El mundo se olvida
de que también
hay gente
que alguna vez
merecería ser feliz.
Que corresponde
un roto ya
en el rígido tejido
–equivocado–
de someterse a la miseria.
Hoy, por ejemplo,
podría ser el día
ya de la excepción,
el instante dispuesto
de la fuga.
Amnésica, la vida
con el mundo, olvidadizo,
se va de copas,
y a las tantas
igual alguien recuerda
la espera de los otros
como a un bebé
en el coche abandonado
con el cristal subido
y con asfixia.
Pero llegará otro día
y no habrá habido
cesura en el infortunio.
Los de siempre continuarán
con lo que les ha tocado
como un cangrejo que camina
hacia delante
o una lluvia que asciende,
o una rambla sin nada
que anegar
o, extraña aberración,
la más terrible,
un amor que perdura.
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