Una mujer desnuda
sobre un catre metálico,
los ojos vendados,
las manos y los pies
amarrados a las esquinas,
fuertes descargas eléctricas
atraviesan su cuerpo
como rayos en una
tormenta devastadora.
No voy a decir su nombre
porque nadie me ha autorizado
a reproducirlo,
pero lo que puedo asegurar
es que está siendo torturada
por agentes pinochetistas
en Villa Grimaldi,
el más aterrador centro
de detención ilegal
del Chile de aquella época
nauseabunda.
Para poder aguantar
el dolor y las humillaciones
ha ideado un plan:
repetir en su cabeza,
una y otra vez,
la canción de Paco Ibáñez
"Palabras para Julia",
que se convierte
en un talismán mágico,
y le da fuerzas
para resistir el horror
y el sadismo.
Mientras tanto,
sus verdugos
amenizan la barbarie
con canciones de Julio Iglesias,
a un volumen brutal,
para que los gritos
de la mujer sin nombre
no atraviesen las paredes
de aquel tenebroso lugar.
Ya que hoy es viernes santo,
me gusta recordar
algunos de los Viacrucis
que han sido capaces de crear
los que se definen como cristianos:
esos mismos torturadores
iban a misa los domingos
con sus familias.
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