A finales de diciembre de 1888, la breve convivencia de Van Gogh y Gauguin acabó en tragedia: en la culminación de un estado de gran tensión, Vincent se cortó la oreja derecha con una navaja de afeitar. Félix Rey fue el médico que lo curó, haciéndose luego amigo suyo. Cuando le explicaba que el abuso del alcohol y el tabaco no había sido precisamente un beneficio para su salud, Vincent contestaba que un poco de exaltación le había sido imprescindible para la realización de sus empeños artísticos.
De esa relación de amistad surge esta pintura. El médico es retratado de medio busto, con una chaqueta azul en parte desabrochada y un cuello blanco. El artista, naturalmente, se ha centrado en el rostro, a plena luz, mostrándonos con precisión los rasgos del médico, la nariz pronunciada, la boca pequeña y carnosa, la frente alta y los ojos oscuros.
La figura se recorta contra un fondo decorativo que recuerda a los de la serie La berceuse y que evocaba las estampas japonesas. Vuelve a recurrir a los tonos contrastantes y el contorno en negro, pero destacando la mirada profunda del médico y su gesto, pues Vincent siempre remarcaba la personalidad del retratado, siguiendo a sus admirados maestros holandeses barrocos.
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