Esta es la bella imagen de una madrugada donde por fin reina el silencio, roto solamente por el piar de algún pájaro. Y mientras supongo que la mayoría de mi vecindario duerme, reflexiono sobre la celebración de anoche y me pregunto si hemos muerto... Y estoy seguro que sí, afirmo rotundamente que lo hemos hecho ante la realidad de una matanza de 10.000 niños. Hemos muerto despojados de sentido y sensibilidad. Hemos muerto atrapados en redes que se enredan en nuestras manos, redes virtuales que nos anestesian de la realidad. Hemos muerto ante mártires inocentes agonizando en hospitales y ante miles de sábanas blancas cubriendo a menores ahogados en sangre. Hemos muerto celebrando nuestras Navidades luminosas repletas de regalos. Este 2023 hemos muerto por dentro, seguro.
Porque si estuviéramos vivos estaríamos todos paralizados, estaríamos aterrorizados, estaríamos luchando por un dolor que es tan grande que no se puede explicar. Pero, para no sentir y poder seguir hacia adelante, hemos muerto y hemos olvidado que aquellos que mueren podrían ser nuestros hijos y aquellas madres y padres que lloran rotos de dolor, podríamos ser nosotros bombardeados y asesinados en cualquier momento. Sin tregua, sin escrúpulos, sin esperanza.
Pero hemos muerto, ¡seguro que lo hemos hecho! Porque esta mierda no nos toca. No somos ellos, ni ellos son los nuestros. Dormimos arropados y arropando. Y celebramos la llegada de un nuevo año, con un listado de propósitos inútiles que jamás realizaremos.
Esta noche, después de acabar las campanadas, pocos de nosotros hemos pensado en lo que pasa en el mundo. Es así. Obviamente lo hicimos en los nuestros, en nuestra felicidad, en nuestro hogar bien arropados, en todo aquel 2023 que quedó atrás, como si ya no existiera...
Hemos muerto una noche más, porque esta madrugada sigue siendo triste mientras seguimos permitiendo una horrible matanza en directo. Hoy saltarán videos en las redes con uvas, confeti y champán, junto a nuestros anestesiados sentimientos al ver morir y sufrir a miles y miles de niños. Pero basta con pasar el dedo o cambiar de cadena y pasa el dolor. Abracemos a los nuestros, abracemos mas que nunca, pero mantengámonos vivos en vida, en una vida que está acabando con la esperanza de una humanidad digna de ser vivida.
Paz, respeto y solidaridad en el 2024, por favor.
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