Si hay algo importante
que me ha enseñado
la vida es que hay
que saber irse,
hay que saber
abandonar el barco
sin hundirlo,
hay que saber
cerrar la puerta
sin dar un portazo,
saber que a la piedra
no se le responde
con más piedra,
que al daño
no se le responde
con más daño.
Hay que ser
elegante al marcharse,
entender que no hace falta
despedazar el abrazo
que una vez te dio calor.
No hay que romper
las cartas ni las fotos,
no hay que borrar
los recuerdos porque,
más que un borrón
y cuenta nueva,
saber irse es una lección
y cuenta nueva.
Hay que saber
marcharse, comprender
que las expectativas
son como el humo:
intuyes que surge
de un fuego
pero ese fuego no se ve.
Nadie gana
en las despedidas
porque ninguna victoria
es más triste
que decir adiós
a una expectativa de vida.
Hay que saber
irse sin bombardeos,
cerrar la historia
sin destrozar el libro,
seguir caminando
sin mirar hacia atrás
y hay que entender
que, muchas veces,
solamente seremos
la forma que escogimos
para decir adiós.
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