Las sombras
que los amantes dejan
en la espesura
tras los lentos pasos
de la iniciación,
la canción que calla
cuando acaba la fiesta,
la huella digital
en el pasamanos,
el murmullo de la lluvia
y la soledad de la piedra,
el gato episcopal
y el perro insensato
que husmee el hedor
de un día putrefacto,
las imágenes del amor
y el tiempo vagabundo,
la dulzura de la tierra
y el estertor del mundo,
el fuego de la hoguera
y la luz de la madrugada
―llévalo todo contigo,
no te olvides de nada,
ni las islas que surgen
de los océanos
ni las hojas doradas
de los otoños
y las miasmas
que reinan en el fondo
de los pantanos.
La muerte no perdona
a quien no lleva nada
y va a su encuentro
con los brazos cruzados.
Cuando te marches,
llévatelo todo:
incluso la indiferencia
de un cielo mudo.
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