No sé de dónde
le viene a alguna gente
la risa, la alegría,
en qué instante aprenden
a mirar frente a frente
todo lo que tememos.
A mirarlo en los ojos
como si nada hubiera
que temer
y sus miradas
hubiesen descubierto
entre tanto desorden
un principio de luz.
Como si estuvieran
al borde del misterio
y nada sorprendiera
su fe
y nos hablaran
no de lo que están viendo,
sino de lo que sienten
venir
y entienden tan fácilmente…
Así entonces separan
del terror
su envoltura diaria
y sus manos
trazan en la oscuridad
un camino seguro
que yo nunca
he recorrido.
Hay demasiadas almas
apagadas en el mundo,
quizás por eso
en los últimos días
de cada año
inundamos de luz las calles:
Para poder vislumbrar fuera
lo que nos falta dentro.
Quizás por eso consumimos
mientras notamos
que se nos consumen
los últimos vestigios
de esperanza en el alma.
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