lunes, 27 de noviembre de 2023

PINTURA: MONSERRAT GUDIOL


La maternidad es la protagonista en esta pintura de Monserrat Gudiol. Un nacimiento que ha convertido a la mujer en madre y le hace descubrir un amor sin condiciones, sentir que tiene una razón de peso para seguir luchando en esta vida que va más allá de si misma. Pero es precisamente esa contraposición la que despierta el miedo y la angustia. Un miedo a perder lo que quieres, lo que te importa y que da sentido a la existencia. Este miedo se percibe en la mirada. Los ojos de la madre miran al infinito como si buscaran explicaciones, respuestas a múltiples preguntas. Representan no sólo el miedo sino también el terror, la angustia, la incertidumbre.

Solo hay un lugar en el que nos encontramos totalmente seguros, en la cueva materna, en el útero. Por eso la madre lo reproduce con sus brazos con la ayuda de la prenda con la que salvaguarda al hijo hasta que esté preparado para sobrevivir por sí mismo. Las manos esbeltas con dedos largos y delgados nos llevan a sentir que son capaces de proteger y amar como sólo una madre sabe hacerlo. Unas manos que imploran, que se repliegan en sí mismas, acogiendo amorosamente a la vez que ofrecen paz y confort.

El hijo busca la seguridad que sólo una madre sabe transmitir a través de sus brazos, como si pudieran evitar todos los peligros. Y se acomoda haciendo un ovillo amoroso. Apoya su pequeña y delicada cabeza en el espacio del brazo que le acoge. Parece inmóvil, seguro, tranquilo y feliz como cualquier otro bebé cuando su madre le abraza y le consiente con orgullo. Y aunque aún es un bebé, ella también se siente protegida. Están juntos, y es el amor que les une lo que les permitirá superar todos los obstáculos; amándose y unidos podrán superar los obstáculos de la vida. La fuerza y ​​al mismo tiempo la tristeza y desolación de la mirada materna están en contraposición con la inexpresividad del rostro. Todas las emociones están en su interior, ningún sentimiento traspasa los límites de la piel.

El fondo de la obra con un suave ocre da una uniformidad cromática al conjunto. Juega con los claroscuros para acercarnos a la dualidad en el color como la misma dualidad que encontramos en la vida.

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