¿Y si callar no fuera
suficiente?
Por qué no comenzar
a desdecirse,
a desmontar
una a una las horas,
las palabras con que
nos construimos.
Por qué no comenzar
a deshacer renglones,
la ficción con que
nos hemos abrigado,
esta vieja, raída,
coartada de signos
cuando se atisban
los territorios
del asedio último,
tiene el hombre
que somos o seremos
severa obligación
de no engañarse,
de quedar
libre de los poemas,
de las místicas frondas
donde tanto ocultamos
arrumbar deberíamos
telones, vestiduras
y minuciosamente
el camuflaje denso
de lo escrito
desnudados del hábito,
vueltos al cielo virgen
de la noche primera,
será preciso hacer
de la nada palacio,
la claridad en donde
guarecernos.
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