domingo, 19 de marzo de 2023

POESÍA: BODEGÓN


La pintura lleva por título

Naturaleza muerta.

Pero después de tres siglos

el pan sigue esponjoso.

La leche humea aún,

libre de nata, en el tazón.

La manzana sobrevive al árbol,

al gusano y a sí misma.

Las uvas, ingrávidas

pompas rellenas de luz,

sueñan con soltarse

del racimo y huir flotando.


Un forense tendría aquí

escasa o ninguna faena.

Hay huellas en el mango

caliente del cuchillo

pero ni rastro de muerte

en el filo de la hoja.

Las perdices duermen

plácidamente

a la sombra de los membrillos

muy olorosos.

El queso no sufre

de moho ni se duele

de sus agujeros más

de lo acostumbrado.

Y la ramita de hinojo

cortada en el otoño

de mil seiscientos

noventa y seis echó raíz

y hoy, al fin, asoma

por detrás del cuadro.


Sólo en el reflejo

cóncavo de la cuchara,

allí donde el ojo

precede a la mano,

vemos inquieto al viejo

pintor de bodegones.

¿Qué ocurrirá cuando

la tela se afloje,

cuando los insectos y los días

arruinen el bastidor,

cuando ceda el marco protector 

que todo lo envasó al vacío?


¿Qué sucederá cuando

los cubiertos caigan

al suelo con su blanco 

relámpago de metal,

cuando la fruta eche a rodar 

atravesando los siglos

hasta este instante que ya

no es tuyo ni mío,

cuando la leche se derrame

—pálida y fría—

borrándolo súbita, 

desesperadamente todo?

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