Cabe en la palma
de la mano:
Debajo de la carne
que nos cubre,
debajo de los huesos,
de las vísceras,
debajo de la mierda
que expulsamos,
debajo, siempre,
nos quedará el orgullo.
Por mucho
que se esfuercen
en callarnos.
Por más que entren,
de noche,
en las casas.
Por más que torturen,
que maten,
que secuestren
los jóvenes
y los encierren
en oscuras celdas.
En celdas sin ventanas,
ni comida.
En celdas sin abrigo,
sin piedad.
En celdas que serán
una infecta tumba.
Por más que lo intenten,
hay que resistir.
Siempre quedará
una mano orgullosa,
incorruptible,
que con letras de sangre
escriba qué clase
de gente hay todavía
y que sueños llevan
a una parte del mundo
al fondo de una ciénaga.
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