jueves, 7 de julio de 2022

OPINIÓN: SANFERMINES


Vargas Llosa es mi brújula moral, no por su calidad literaria, sino por su capacidad para estar siempre en el lado equivocado. Su verborrea e irrefrenable metomentodismo me ayudan a posicionarme ante casi cualquier disyuntiva, la postura correcta siempre es la contraria a la suya. Para tomar posición en los procesos electorales de medio continente americano sólo tengo que esperar a escuchar la opinión de quien dijo: “Lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien”. Sin complejos.

Colombia le dio un disgusto por lo que deduje que había votado bien. No tardó en confirmármelo Gustavo Petro: “Impulsaremos la prohibición de todo tipo de espectáculos que involucren prácticas de maltrato animal, incluidas las corridas de toros. No permitiremos el uso de escenarios ni recursos públicos para estos fines”. No he escuchado palabras más emotivas en ninguno de los apasionados discursos que Theodore Sorensen le escribió a Kennedy, tampoco en los de Sorkin para Josiah Bartlet.

Mientras tanto en España TVE saca pecho por el despliegue técnico que seguirá el Gólgota matutino de cuarenta y ocho toros. Que la tauromaquia es abominable es cada vez menos discutible, sin embargo los Sanfermines parecen gozar de bula, como si tras huir despavoridos entre alaridos etílicos, los toros fuesen a tomarse unas tapas por el Casco Viejo y no a ser acuchillados salvajemente. Maltratar animales para vender kalimotxo a guiris, marca España. Podemos seguirlo en riguroso directo a través de todos los canales del ente, para “celebrar la vida” dicen, no será la del toro. Los encierros estarán llenos, pero parafraseando a El Roto, no habrá ni un alma en ellos.

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