miércoles, 6 de julio de 2022

HISTORIAS MÍNIMAS: AMOR SIN LEVADURA


Melibea no anda, desfila, con la misma naturalidad con la que Eufemio elabora cada madrugada el pan nuestro de cada día. Algo innato. Lo de Melibea, ya que lo de Eufemio viene de no más allá de un año, cuando lo llamaron del servicio andaluz de empleo y le ofrecieron el puesto de panadero. A las nueve de la mañana son ya los últimos coletazos de su día de trabajo, se ajusta el gorro y se acerca al ventanal. Ella no tardará en pasar. Eufemio lleva toda la noche ensayando un gesto que llame su atención a través del cristal.

Y ahí viene.

Levanta los brazos al cielo para que se fije en él y llevándose la mano derecha a sus labios le lanza un beso. Ella, sorprendida, esboza una sonrisa. Sin perder un solo segundo, Eufemio, acerca al cristal una tabla de madera que usa para amasar, en donde recortado sobre una fina capa de harina blanca, había escrito: "Sin palabras"

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