domingo, 15 de mayo de 2022

REFLEXIÓN: CONSIDERACIONES SOBRE LA GUERRA EN UCRANIA


No existen dos guerras iguales, así como tampoco dos completamente diferentes. Hay lugares comunes y diferencias en todas ellas. Por otra parte, el doble rasero es la norma, y no la excepción, en las relaciones internacionales, también en lo que respecta a la cobertura de las guerras. Hay otros conflictos, además del de Ucrania, de los que poco se habla, eso es evidente, entre otras cosas por cómo funciona el sistema de medios internacional, muy concentrado en pocas manos y con una agenda política que privilegia ciertos temas. Pero también es cierto que en este conflicto nos jugamos mucho en Europa. El resultado de esta guerra influirá directamente en la vida cotidiana de los europeos y ojalá sirva para replantearnos nuestras formas de convivencia, lo que incluye nuestro modelo de defensa, la relación con la OTAN y, desde luego, con Rusia. Particularmente no soy, sin embargo, especialmente optimista en esto: la guerra no es buena consejera y tendemos a olvidar pronto. 

Hay muchas contradicciones que han aflorado con este conflicto, empezando y en un lugar destacado, por la dependencia energética y el propio modelo capitalista y de consumo en el que vivimos, que nos lleva, por ejemplo, a depender energéticamente de gobiernos como el de Putin con el que, dicho sea de paso, llevamos haciendo negocios sin interrupción desde hace 22 años. Además, la guerra nos pone a todos ante nuestras propias contradicciones, que no son pocas, tanto en lo personal como en lo que respecta a las relaciones internacionales. Queremos el gas ruso, pero también que Rusia se porte como nos gustaría, y eso no parece fácil. Nos parece bien ayudar a Ucrania, pero a cambio le pedimos a Zelenski que sea el adalid de la democracia y que no se permita excesos nacionalistas mientras las bombas siguen cayendo en su país… La guerra no es el mejor marco para la discusión sosegada y la moderación: ¿no camparía a sus anchas el nacionalismo extremo en España si nos invadiera otro país? 

En cuanto a lo que se refiere a las responsabilidades, en todos los conflictos armados son compartidas. Putin se queja de la agresividad de la OTAN, y está claro que esta no es una organización dedicada precisamente a la beneficencia, pero la respuesta del Kremlin es ofrecer, multiplicado, exactamente lo mismo que critica a la OTAN: imperio y agresión militar; la ley del más fuerte. Las carencias de la propuesta occidental son evidentes, pero una victoria rusa en Ucrania nos llevaría a un escenario mucho peor. Por otro lado, el discurso militarista es en sí deplorable, pero cuando se convierte en el centro de las políticas (incluso identitarias) de un país, acaba siempre llevando a la guerra, que glorifica y defiende como “solución” privilegiada de los conflictos internacionales. Es lo que ha ocurrido en Rusia en los últimos años.

También hay que tener muy en cuenta el papel que está jugando el periodismo. Durante el primer mes de guerra, Ucrania acaparó la atención de los grandes medios casi en solitario. Eso nos pudo llevar a pensar que sabíamos con claridad y detalle lo que estaba pasando sobre el terreno, pero es claramente una ilusión. Hay muchas más incertidumbres que certezas sobre lo que ocurre sobre el terreno. No tenemos claro, por ejemplo, el número de víctimas y prisioneros o la calidad del control que tiene el ejército ruso sobre las zonas ocupadas, así como las posibilidades de resistencia de Ucrania. De hecho, aunque parece claro que la guerra no está yendo como le hubiese gustado a Putin, hay muchas dudas sobre los objetivos actuales del presidente ruso. Tampoco es fácil entender con nitidez lo que ocurre dentro de Rusia, desde donde ya es imposible informar con rigor. Todos los medios que no compartían la visión oficial han sido cerrados y buena parte de los periodistas críticos han huido del país. Quienes se oponen a la guerra en Rusia no lo tienen nada fácil.

Por otro lado está la propaganda, un tema prioritario cuando de una guerra se trata. Por un lado, los bandos en conflicto intentan crear confusión para que seamos incapaces de diferenciar las informaciones falsas de las que no lo son. Por otro, cada cual intenta justificar la guerra como puede. Aquí, claro, Putin lo tiene más difícil: es más complicado explicar por qué estás bombardeando y masacrando que por qué te estás defendiendo del bombardeo y la masacre. La propaganda de Putin en el interior de Rusia muestra una guerra entre nazis ucranianos, representados como marionetas de EEUU, y el glorioso y heroico ejército ruso que libera poblaciones, proporciona ayuda humanitaria y reconstruye las ciudades arrasadas por los propios ucranianos. Y lo hace en un tono militarista de una agresividad que sobrecoge. Hacia el exterior, Rusia está intentando dividir a las “audiencias” extranjeras y liderar el antiamericanismo existente a nivel internacional y fundamentado en la agresividad de la política internacional de EEUU. Putin sabe que su modelo político no se vende demasiado bien fuera de sus fronteras, así que su propuesta es presentarse como el defensor mundial de los descontentos con esas políticas. En otras palabras: para combatir el imperialismo estadounidense, el Kremlin nos ofrece más imperio.

En resumen, podríamos concluir que de la guerra en Ucrania surgen muchas más dudas que certezas en relación con lo que está ocurriendo y, por supuesto, sobre lo que va a pasar en el futuro. Igual que nos indignó en 2003 la invasión estadounidense de Iraq, nos debería indignar la de Ucrania desde 2014: es un crimen que hay que ayudar a detener. Eso sí, el mensaje que nos envía esta guerra es el de todas las demás: que no hay que empezarlas, porque siempre pierden los pueblos. 

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