Miro el árbol atento,
su serenidad, su cima,
y en la rama solo queda
un único espía
un único testigo
de su hechura en el aire
contemplándonos.
El último fruto vigilante
y sincero, que enhebra
con el tiempo
y con nosotros su cosecha.
Me quedo un buen rato
mirándolo en silencio
y me hace sentir
que la única misión
que vale la pena cumplir,
es la de avivar la vida.
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