Nacen cuando la noche.
Se manifiestan
con los ruidos misteriosos
de todas las ausencias
y nos hablan
en críptico lenguaje
sobre el pasado.
Mortifican sus voces
porque orean sucesos
sin sentido.
Tienen las manos frías,
nunca acarician,
entreabren dormidas
cicatrices.
Cumplen citas
en horarios absurdos
a las que acuden
ecos semejantes
que uno procura
ignorar sin resultado.
Desde la sombra,
ruido contra ruido,
envidian la fortuna
de estar vivo,
justifican el deseo
de abolir lo que suponen
que son nuestras riquezas.
Es necesario explicarles
que carecemos
de méritos sobrados,
que la mayoría
vivimos con lo justo
y que no pueden asustarnos
porque sabemos
que el verdadero daño
lo causan los vivos.
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