El debe y el haber:
doble columna
que el tiempo va asentando
sobre el libro de cuentas
de los días
con mano minuciosa
y rigor que no admite
apelaciones.
Tarde ves el balance,
las deudas, los desfases,
las pérfidas movidas
del contable que hizo
que aquel cruzara
muy temprano
y ese otro muy tarde
por tu vida.
Y está lo que no ves,
lo consignado con miserables
tintas invisibles:
la puerta que tocaste
diez minutos después
de alguna despedida.
La voz que nunca oíste,
la calle no cruzada,
el paradero en que tuviste
miedo de bajarte.
Y en un rojo indeleble,
la cadena de tratos,
pactos y traiciones,
la irreversible línea
que te suma y te resta,
la que te multiplica
y te divide.
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