viernes, 17 de septiembre de 2021

PINTURA: EVARISTO VALLE


El pescador (1918) ejemplifica la reelaboración personal de las corrientes de la vanguardia artística europea que Evaristo Valle realizó entre 1911 y 1919, como integrante del núcleo renovador de autores españoles que obviaron progresivamente los cauces tradicionales de formación académica. En el París de la primera década del siglo, Valle transitó entre el postimpresionismo, el modernismo, el simbolismo y el expresionismo, cuya influencia, sin obviar otras posteriores, permaneció en la obra de pintor hasta el final de su vida.

Además de en la factura cruda de la capa pictórica, gruesa y empastada, la intensidad expresiva se hace patente en El pescador en el colorido, de filiación postimpresionista, pero que revela asimismo la admiración de Valle por El Greco, a través de sus contactos con Ignacio Zuloaga en la capital francesa. El uso de tonos fríos -azules, violetas- y su marcado contraste con tonalidades complementarias remite al juego cromático que, de influencia romana, se hizo característico en la pintura del cretense desde sus primeros encargos en Toledo, en la década de 1570.

Junto a este compendio de constantes de su etapa formativa, El pescador revela también algunas de las características de la obra de Valle entre 1920 y 1930: su tendencia hacia el documentalismo y el carácter profundamente local de sus motivos y gentes humildes. Éstos concretaban sentimientos e inquietudes universales y se convertirían en la sublimación pictórica de la región asturiana, además de definir su pintura a ojos de la crítica internacional.

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