Va el calor del estío
tiñendo las laderas
de los montes
y yo pienso en nosotros,
los caminos,
la negra luz que alumbra
los finales.
Juro que estaba alegre.
Hace un momento,
con los ojos cerrados,
en la cara
sentía el sol de agosto,
el alma de esta tierra
con el aire que lentamente
envuelve al cuerpo entero.
Estabas tú conmigo
y no la ausencia, madre.
Estabas tú imposible,
revivida,
y no la honda tristeza
que ahora aflora.
Siempre me sorprenden
los rescoldos de la hoguera.
Las cenizas en el aire.
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