miércoles, 30 de diciembre de 2015

DECIRLO TODO







Un día me senté
frente al ordenador,
con la intención
de escribir un poema más
en el que hablara serena,
económicamente,
de los ojos de una mujer
y en el que empleara
varias hermosas frases hechas
que después podría hacer
estallar sin contemplaciones
con velocidad, con ternura.
Pero mis dedos,
y ese lugar donde se juntan
el aire y mi cerebro,
no podía encontrarlos
en aquellas palabras
que se escapaban
insumisas para dejarme solo
y vano y mudo.
¿Qué hacer me preguntaba?
¿Cómo decir
lo que debe decirse?
Hasta que miré por la ventana
y vi la gente que subía
y bajaba por la calle
y me vi a mí como uno más
intentando levantar un mundo
que me dejó nacer
porque puede aplastarme
cuando le da la gana,
el cuerpo aquí
y el alma en el futuro.
Sobrevivir, me dije,
viviendo llenos de esperanza,
sin caer abatidos
y dispuestos a disparar
contra la muerte
si se presenta sin anunciarse.
Comprendí entonces
que el único modo real
de poemar algo es,
sencillamente, decirlo todo
tal y como se siente.







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