Con la
certeza
de un hombre que es capaz
de apresar un rabo de nube
o un ala de mosca
en su memoria,
te digo que escribo poesía
para que sea el patio
encalado de la casa
donde el lenguaje
salte a la comba,
el fuego purificador
de la danza del trompo
con su aguijón de abeja,
el cincel sutil del cantero
en el postigo de la luna
para colgar las penas,
el sombrero de paja
del hombre que cuida
los jardines de la plaza.
Te lo digo para que
ningún alfiler de luz
quede encerrado
en el costurero
infinito de las sombras,
para que nada
de lo que deba ser recordado
se desmorone como el amor
bajo un cielo encapotado
o la brevedad de una flor
que sobrevive
a duras penas al efecto
de la salitre junto al mar.
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