Te pareces a mi tierra,
sol, luz y mar contemplados
con embeleso y devoción
por los hermosos ojos
de nuestras montañas.
Me gusta el verde que respiro
cuando estoy a tu lado,
en tus cuevas profundas
los movimientos del mar
brindan con las rocas de tus huesos,
en la orilla el brillo de la arena
enmarca tus párpados
y desde allí trepan
tus cabellos ondulados
en enredaderas suaves
hechas del suelo en el que
se proyecta mí hoy.
Crecen las horas caídas
en tus cuevas profundas
los movimientos del mar
brindan con las rocas de tus huesos,
en la orilla el brillo de la arena
enmarca tus párpados
y desde allí trepan
tus cabellos ondulados
en enredaderas suaves
hechas del suelo en el que
se proyecta mí hoy.
Crecen las horas caídas
en la cuna de tu abrazo
y en el corazón de lava
que llevas en el pecho
hay un nombre grabado
con el fuego del amor
que cada día erupciona
en felicidad y querencias.
Y retoñan ideas compuestas
de las substancias más mías
tan familiares casi como lo son
los cabellos, el iris y los surcos
rodeando tus órbitas:
acunas en ese rostro adorado
de las substancias más mías
tan familiares casi como lo son
los cabellos, el iris y los surcos
rodeando tus órbitas:
acunas en ese rostro adorado
el color suave del trigo
convertido en mí alimento
y de él vive mi alma
mientras respiro y te escribo.
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