Muy cerca de mí,
la afonía de la voz
que susurra los poemas,
a mi espalda los libros
y un gato que ronronea
la medida de su compañía
para hacer ver que me quiere.
Y aquí estoy de nuevo,
sentado en este sillón
que me acoge
para hacer otra locura
que me llena de contento
mientras los huesos
empiezan a notar el frío
que recorre silencioso
la noche entumecida.
La intención es apuntalar
en esa pantalla iluminada
la temeridad del que cree
en el milagro de que alguien
aparecerá siempre
para leer lo que escribe,
una constancia a esta verdad
que por otra parte nunca
dejará de sorprenderle.
De esta sencilla manera
se comparte
la poesía que nos espera
a la vuelta de cada esquina
porque todos sabemos
que aunque no se le llame
siempre viene porque sabe
que aquí no tenemos
mercenaria la razón.
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