Llegué sin prescindir
de lo de fuera,
lo traje todo puesto.
Luego brotó
del extremo convulso
una apetencia
y llegó al presente
de que estás conmigo:
Te asomaste a mi boca,
te obligué y me obligaste
a reconocer lo inexacto
y buscar en nosotros
contrarrestarlo.
Me bebo tus ángeles
y sediento pido
tu celo más abrupto.
Te tumbas en la cama
plena de sueños
te agitas y brindas
todos tus gramos
de humedad
a la tempestad originada.
Me vuelves aliento
que agita tus velas
y baño de inusitada fe.
Te inclinas. Me inclino.
Lloramos la alegría
en nuestra piel
y llegada la calma
navegamos
en la nave del sueño
abrazados al amor
que compartimos.
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