Tendremos que cruzar los puentes
para sentir que no hay más sangre
en los tejados, ni cruces en el rostro
ni palabras que acuchillan sueños,
para sentir que no hay más sangre
en los tejados, ni cruces en el rostro
ni palabras que acuchillan sueños,
tendremos que reventar la angustia
escondida en la marea que naufraga.
Y sostenernos o asirnos al relámpago
que alumbre nuestras vidas
escondida en la marea que naufraga.
Y sostenernos o asirnos al relámpago
que alumbre nuestras vidas
con un sesgo de esperanza
para ver lo hondo en las pupilas
para bañarnos en el trasfondo
de los lícitos derechos que ansiamos
para bañarnos en el trasfondo
de los lícitos derechos que ansiamos
entre las piernas pobres de cruzar
abismos llenos de murallas.
Quizás debimos
partir antes
de que nos
rompieran las manos
y forjar batallas totalmente necesarias
y forjar batallas totalmente necesarias
Pero es que se trata de una carga inmensa
cuando los ojos se vuelven negros
de tanto llorar descalzos
y la mirada oscura de sabernos pocos
en los espejos que sangran.
de tanto llorar descalzos
y la mirada oscura de sabernos pocos
en los espejos que sangran.
Por eso y por el anfibio sol que al mediodía
viene a vestirnos de expectativas
o que dormita más allá del alba
o que dormita más allá del alba
que hoy nos mira y nos sonríe
hemos dejado de
hacernos nada
de ser silencio o
corazón de escarcha
para decidir que ya está bien de sollozar
para decidir que ya está bien de sollozar
en las esquinas
de las madrugadas.
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