martes, 9 de diciembre de 2014

RELIGIÓN





Esos credos en los que
gran parte de la humanidad
ha sido aleccionada
en la omnipotencia de un Dios
no son los verdaderos.

Porque no hablan del árbol
no palpan la robustez del tronco
no sienten la sutileza de la hoja
ni contemplan la rama
bailar al son del viento
ni atienden en sigilo
el discurso del fruto
que tanto tiene que ver
con el hecho vital de la simiente.

No son un continente
ni saben del límite
de la tierra con el mar
ignoran la natural frontera
que nos separa del aire
el terror del acantilado
cuando nadie mira a nuestro lado
la inmensidad de la nada
en una bañera
mientras te desangras.

No son el cuerpo
ni habla de tus manos
o tu cuello tus labios
tu espina dorsal erizada
niega las piernas y el sexo abierto
el sortilegio de un destello
apenas vislumbrado
mientras cierras los ojos
y no proclama el cielo
de un arrebato en los sentidos
ni la mirada que acompaña al placer
la consideran bendita.

Nos niegan la creencia textual
donde amar sea algo táctil
la experiencia el saber el olfato
todo lo que es humano
y puede ser bello o no
y es visceral y crudo
insaciable como tu piel
cuando en la noche
juntos nos escondemos
para seducirnos explorando
dos geografías humanas. 





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