Hay un momento en el proceso
de maduración del ser humano
en que llega a la convicción
de que tiene que tomarse
a sí mismo, bueno o malo,
como su propia porción...
Porque si bien en el mundo
existen el oro y los éxitos,
sabe que no le llegará
ni un grano de trigo
por otro conducto que no sea
el del trabajo que dedique
al trozo de biografía que le tocó
en suerte cultivar.
Luego llega el momento
en que empieza a envejecer,
algo para lo que no existe
solución en el plano físico,
pero sí en lo intelectual:
se trata de fijar metas
que den significado a la existencia.
Ofrecer una porción de tiempo
a personas, grupos o causas,
colaborar desinteresadamente
en las cuestiones sociales,
políticas o artísticas, descubrir hobbies
que ocupen el tiempo libre
y desear pasiones que nos impidan
cerrar las ventanas y puertas
del corazón a los demás.
Apreciar al otro a través
de sentimientos positivos
como el amor, la amistad,
la solidaridad y la compasión.
Y llenarse con la sensación
de una vida de entrega y proyectos,
mantenerse en activo
recorriendo un camino con significado,
incluso cuando las ilusiones
hayan desaparecido
por los avatares de la vida.
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