jueves, 21 de marzo de 2013

ESCRIBIENDO UN POEMA



No es fácil escribir poesía,
siempre que lo hago
he de hacerle ver al poema
que preciso su ayuda
para acabar la tarea.
El caso es que su habitual
carácter de ausencia irreflexiva
le impide colaborar
con la necesidad de expresar
lo que en un determinado
momento necesito.
Porque resulta que los poemas
suelen ser muy suyos,
tienen la manía incorregible
de no interesarles lo que pienso:
en un principio me proponen
otras cosas y a menudo
simplemente se lo toman
como un juego divertido
viendo mis apuros
frente a un texto que me supera.
Pero resulta que al menos
en esto soy constante
y me comprometo a obligarles
a escuchar cada palabra
de mi alma hasta que consigo
que se construyan un hogar
en el espacio vacío
del correspondiente folio en blanco
para que, con su alma poética,
vayan haciendo lentamente
el dibujo preciso del pensar.
Y una vez acabado su quehacer,
no aguantan a mi lado
sentados por mucho tiempo:
tienen un corazón que les impele
a la aventura de ser leídos
y hacer amistades perdurables
por donde quiera que pasan.


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