viernes, 29 de marzo de 2013

BARRENDERO



El mundo parece indiferente
a su quehacer de operario
absorto en la tarea
de barrer los despojos del día
mientras el sol le picotea
la espalda encogida
y el horizonte le espera,
calle abajo, calle arriba.
La escoba no sabe
de salutaciones,
pero al que la maneja
con la soltura propia
de los años transcurridos
en el quehacer diario,
parece agradarle saber
que no es invisible,
por eso siempre le saludo
cuando nos encontramos
y el barrendero de mi calle
me contesta con una sonrisa
lúcida, limpia, educada...
Y en semejante tesitura
alguna vez pienso en lo difícil
que le resultaría despejar
el rencor de las esquinas,
limpiar este país
de las sombras agresivas,
los simulacros, las sinrazones,
el deber de obedecer
porque lo estipula un decreto,
la podredumbre ideológica
que se escenifica
con esa gran mescolanza
de metáforas barrientes
en las latas de cervezas,
los plásticos, o los tetrabrikes
que suele reunir
en un pequeño montón
para luego recoger
con imperturbable diligencia.


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