El asombro desparejo con que te contemplo
la premura con que me altera tu compañía
y este cosquilleo en que empapo mi lengua
para hablarle a tu carne y lamerme tu voz,
son como ávidas gotas de vida compartida
que busca aminorar las grietas de la muerte.
La planta de la edad absorbe nuestros días
abriéndose como una flor negra, abominable
y en este esplendor de hoy está la simiente
de una desposesión calcinada y perversa
que como una paulatina caries nos invade
en el fin aterrador del tiempo y las certezas.
No importa porque se trata de ti y me salvas,
por eso mismo quiero untar en mí tu persona
para ser un bulto de hombre salvaje y tierno
centrado en tu cuerpo desesperadamente
alimentándose de la luz entre los intersticios
de todo lo que escondas, todo lo que enseñes,
todo lo que en ti se une para hacerte diosa
y convierta mis días en regalo para el mundo.
Que poquito importa que otros te hayan amado,
siempre que busques refugio entre mis brazos
llegarás virgen dibujando hermosas estrellas
para purificar mi vida con el amor que deseas
y sé que hasta el fin de los días podré darte.
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