parece inevitable verlo
reflejarse en los semblantes
cuando comienza un nuevo año
y pareciera que el mundo
se nos viniera encima
porque el poder ha decidido
hacerse presente
golpeando con saña inaudita
a la ciudadanía.
Si no queremos perder
las últimas gotas
de dignidad
que aún nos quedan,
las barricadas nos esperan
y tengo la esperanza
de que en ellas nos encontremos.
Aún así me preocupan
los rostros pétreos del día a día,
la adustez de los gestos
y el amargor en las fisonomías.
Ahora más que nunca
hemos de evitar
que nos secuestren la sonrisa,
un valor espléndido
que está a nuestro alcance
y se contagia fácilmente:
algo tan sencillo como sonreír
puede convertirse en un arma
cargada de subversión,
una epidemia positiva
que infecte al mundo entero.
Y al mismo tiempo, amigo mío,
en las barricadas te espero.
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