donde invariablemente
siempre salen perdiendo
los que son como nosotros,
es decir, la mayoría.
No soporto ver sus efectos
y cómo las conclusiones
jamás se salen del guión
de las recetas más injustas:
Todo vale a partir
de un balance económico
y eso incluye amargarle la vida
a la inmensa mayoría
para equilibrar el desorden
económico y social
que los propietarios del dinero
inclinan siempre
hacia el lado que les interesa,
el de sus bolsillos.
Odio los balances económicos
y a quienes los presentan
como pretexto para marchitar
las hojas del calendario
desde donde invariablemente
se nos condena a ti, a mí
y a los demás miembros
de esta mayoría silenciosa
a pagar los platos rotos
de los desafueros financieros
cometidos tras las puertas
de los Palacios de Invierno,
que existen para proteger
los despachos enmoquetados.
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