Avanzado el mes de diciembre, la floristería de la esquina hace su agosto vendiendo flores de Pascua. Este año las ofrece de todos los tamaños, e incluso han preparado algunas para regalo envueltas en papel celofán y con un gran lazo rojo haciendo juego con el color propio de las plantas. La navidad se huele en el aire, pero en el corazón del florista no hay alegría: Aún conserva en la boca el amargo sabor de la tragedia. Hoy es el día del sorteo de la lotería y quizás por eso se ha vendido muchísimo: Medio barrio se ha llevado sus flores, pero a Antonio eso no le sirve de consuelo.
Son casi las dos de la tarde, cuando un niño entra en la tienda. Tendrá unos doce años y todos en el barrio lo conocen bien, es el hijo de Beatriz. El florista hace un esfuerzo por saludarlo animoso, intentando contagiar algo de alegría a la mirada profunda y seria que el niño le dirige nada más verle y que no es propia de su edad.
-Hola, ¿qué se te ofrece?
-Quiero comprar dos flores de Pascua, una de las que están preparadas para regalo y la otra normal- contestó el niño, mostrando un billete arrugado de veinte euros.
Antonio se imagina quién puede ser la destinataria del regalo, pero aún así necesita darle conversación al niño. Puede que a él también le pueda venir bien, piensa…
-Así que a comprar flores… Pero si son para alguna novia que te has echado, mejor sirven las rosas, ¿no crees?
-No, que va, Antonio: Son para mi madre, que mañana sale del hospital y quiero que al entrar en casa lo primero que vea sean las flores de Pascua, porque ella todos los años se encarga de comprarlas, pero en este no ha podido…
Antonio asiente y se le hace un nudo en la garganta. Sabe de sobra lo que le ha sucedido a la mujer y ha ido todos los días a visitarla a la habitación del hospital. Fueron cinco puñaladas, que estuvieron a punto de arrebatarle la vida. Y se siente culpable por no haber estado con ella, de la decisión absurda de acceder a ocultar su relación hasta que el divorcio estuviera consumado. Amaba a aquella mujer, adoraba su manera de sonreír a pesar de los problemas y amarguras que la habían acosado en los últimos años por culpa de su marido. Beatriz con su sabor a menta, sus curvas rotundas, su ternura a flor de piel…
Aunque la relación con su ex se había roto hacía casi un año, nunca dejó de ofrecerle una oportunidad para redimirse. Él le advertía que tuviese cuidado, que no debería fiarse, que si seguían en contacto acabaría por hacerle daño de verdad... Pero ella estaba dispuesta a lo que fuera con tal de que el niño no sufriera la sensación de abandono por parte del padre. Y Antonio no pudo estar cuando se desató la tragedia, ni tampoco evitar que el chiquillo lo presenciara todo. Cinco minutos tardó en subir después de que Beatriz le llamara pidiendo ayuda. Cinco minutos que se hicieron eternos mientras se acercaba al piso. Y ahora, cada vez que cierra los ojos, la ve casi muerta, desangrándose en el suelo con el niño a su lado paralizado por el terror.
Se obligó a dejar de pensar en lo sucedido y a volver a la realidad…
-¿Sabes? He ido a ver a tu madre esta mañana, antes de abrir la tienda. Se la ve mucho mejor y la encontré muy animada. Lo de las flores es una buena idea, ¿qué te parece si el regalo se lo hacemos entre los dos?
- Hombre, no lo había pensado, pero la verdad es que se nota que a ella le gustas mucho. Sí, creo que le haría más ilusión si las flores se las regalamos a medias…
Antonio se sorprendió. ¿Acaso el niño sabía algo? Pensaba que habían sido discretos, pero igual se les notaba mucho y todo el mundo lo sabía a pesar de sus esfuerzos por ocultarlo. Intentó sobreponerse a la sorpresa, y decidió hacerse el loco mientras le ofrecía un estrechón de manos al muchacho como símbolo del acuerdo. El chaval sonrió al fin.
-Pero Antonio, hemos hablado de las flores para el regalo de mamá. El caso es que te había pedido otra más.
-Es verdad… ¿Entonces la otra será para tu novia?
-No, verás. Me gustaría que con esa me hicieras un favor…
-Lo que quieras, chaval.
- Se trata de enviarlas a una dirección que voy a darte, acompañadas de una nota, ¿puede hacerse?
-Que sí, hombre- contestó Antonio, a estas alturas ya sumamente intrigado.
El niño le pasó un papel arrugado, con la dirección del centro penitenciario escrita en mayúsculas. No hacían falta más datos, era evidente a quién irían destinadas, pero no atinaba a dar con la razón.
-¿Qué pretendes con esto, hijo?
-Es que quiero mandarle flores también a mi padre, pero acompañadas de esta nota… Puedes leerla, si quieres.
Antonio abre el papel envuelto y descifra con emoción una letra menuda e irregular:
‘Te mando estas flores por navidad. Pero no quiero felicitarte, sólo decirte que es la última vez que me pongo en contacto contigo porque para mí estás muerto. No olvidaré ni perdonaré jamás lo que le has hecho a mi madre. Ni ella ni yo queremos volver a verte. Afortunadamente, ahora tiene un hombre que la quiere y la trata como se merece. Quiero que se convierta en mi padre si es que no le importa. Tú ya no existes’
A Antonio se le nublan los ojos, pero lentamente consigue doblar la nota nuevamente, meterla en un sobre blanco y colocarla en su sito junto a la planta.
-Chico, hoy estos regalos corren a cuenta de la casa. Yo me encargo. Gástate el dinero en otra cosa, ve al cine, cómprate algo, lo que sea… Sólo hazme un favor, cuando veas a tu madre esta tarde dile que la quiero y que para la navidad podríamos planear algo especial, no sé… Cualquier cosa para pasarla los tres juntos. ¿A ti qué te parece?
-Me parece genial, ya era hora de que te decidieses, daba la impresión que no lo harías nunca. Y ya que tú pagas lo de las flores de Pascua, te invito a una pizza. Al fin y al cabo es la hora de cerrar la tienda.
—La verdad es que no se me ocurre otro plan mejor. Y mañana iremos juntos a buscar a tu madre. Menuda sorpresa se va a llevar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario