Está tumbada de espaldas y acaricio su columna vertebral de arriba a abajo, la beso luego en la dirección opuesta... Ella ronronea como una gatita en celo. Su piel suave, su voz dulce me envuelve junto al deseo que despierta. Y es algo extraño, porque son pocas las veces que me ocurre cuando trabajo. Pero esta vez, desde el primer momento fue diferente. Nuestras ansias coincidieron y ahora sus gemidos se convierten en música de placer mientras nos movemos en una especie de danza en la que la música sobra o sería un mero acompañamiento de fondo al que ninguno de los dos le prestaría atención alguna.
Siento como goza, quiero que confíe en mí y recuerde siempre lo que está sucediendo. Yo, por mi parte, no pienso olvidarlo.... El ritmo, sereno y tierno al principio, se va acelerando por momentos y pasados unos minutos la pasión se desborda hasta límites que no recordaba. Ella grita y se estira, el espejo que hay en la cabecera de la cama me devuelve su rosto crispado por el placer, hasta que la escucho gritar que se quema por dentro...
Acabamos derrumbados sobre la cama y me tiendo a su lado, pero ni siquiera la abrazo, no me atrevo, porque no tengo ese derecho aunque sea lo que más desee. Cierra los ojos y dormita durante unos minutos que disfruto contemplándola en silencio. Admiro su rostro, es muy guapa y distinta a la mayoría de mujeres que han pasado por esta cama. Su cuerpo terso, su piel suave, su expresión dulce, todo me atrae, y sé que si no fuera lo que soy, probablemente hasta podría llegar a enamorarme...
De repente despierta, fija sus ojos en los míos y pregunta:
- ¿Qué hora es?
Miro el reloj que hay sobre la mesita:
- Son las siete.
- Vaya, tengo que irme ya, a las ocho he quedado con mi novio.
- Puedes usar mi ducha si quieres – le propongo – así ahorrarás tiempo.
- No, gracias – responde amablemente y un tanto esquiva.
Se levanta, se viste rápidamente, se recoge el pelo en una simple coleta y luego abre el bolso, saca su monedero y me tiende el dinero:
- Lo que me dijiste, ¿es correcto?
Lo cuento y mirándola a los ojos respondo:
- Sí, perfecto. Nos vemos entonces.
- Bueno, no sé, quizás – me responde tímidamente.
- Pues al menos dime cómo te llamas...
Pero no lo hace y ese hecho deja un vacío en mi memoria. Las semanas pasan pero no vuelve a llamar, cada día despierto con la esperanza de que lo haga, pero al terminar mi jornada, la ilusión se ha perdido en los brazos de otra mujer que paga por mis servicios. El caso es que no puedo dejar de soñar con tenerla de nuevo entre los brazos, aunque todo indica que parece haberse olvidado de mí...
Hasta que hoy la esperanza ha renacido. Nos hemos encontrado por casualidad en el estreno de un nuevo local. Yo iba con una cliente, ella con su novio. Nuestros ojos se cruzaron en medio del gentío, pero ninguno de los dos ha dicho nada, aunque por cómo ha mirado resulta evidente que me ha reconocido. Y ha sido en un determinado momento en que me dirigía al baño que he oído su voz llamándome. Al girarme la he visto hermosa como un ángel en medio del infierno de mi vida.
- Hola, ¿qué tal? - me ha preguntado como si fuéramos viejos amigos.
- Bien ¿y tú?
- Bien.
- Pensé que volverías a llamarme - le he dicho.
- Sí, quería hacerlo, pero... cada vez que intentaba descolgar el teléfono me acordaba de mi novio y me daba la sensación de que le estaba traicionando.
Me he quedado sin saber que decir, es la primera vez que una de mis clientas me dice eso... La miro hipnotizado por sus ojos, se acerca lentamente y el corazón se me acelera, siento su cuerpo pegándose al mío y me besa largamente. Cuando nos separamos susurra que daría lo que fuese porque estuviésemos a solas... Me siento desorientado, no entiendo muy bien lo que sucede, pero a pesar de eso la cojo de la mano y nos metemos en el baño de mujeres, ya que me parece más seguro... Allí nos encerramos en uno de los servicios.
- ¿Estás segura? - Le preguntó antes de besarla de nuevo.
- Sí - responde ella con seguridad comenzando a despojarse de la ropa.
Y a pesar del lugar, es como transportarse al paraíso. Escucho a la gente que entra y sale de los baños y como algunas mujeres parecen escandalizarse:
- Yo diría que hay alguien haciendo guarrerías ahí dentro – dice una voz.
Pero da igual porque a esas alturas ya nada nos detiene... Hasta que el sonido de su móvil nos saca del sueño que acabamos de vivir por segunda vez. Nos separamos y aún sin vestir coge el teléfono:
- Es mi novio, seguro que me está buscando – descuelga, se pone el aparato en el oído y explica que se ha sentido un poco mareada y había salido a tomar el aire. Yo aprovecho para vestirme. Ella lo hace a su vez cuando corta la llamada. Mientras salimos la pregunta se me agolpa en los labios:
- ¿Volveremos a vernos? – Necesito que me diga que sí, necesito saber que volveré a verla, a sentirla, a tenerla.
- Sí, te llamaré, no te preocupes.
Nos separamos, la dejo salir primero y espero un rato antes de hacerlo yo, para no despertar sospechas. Finalmente lo hago. En el salón la veo con su novio, morreándose en una esquina y la espina de los celos se me clava como un puñal. Decido salir a la calle, necesito respirar aire y despejarme. Pasados unos minutos, oigo una voz masculina a mis espaldas:
- Muy bien, chico, lo has hecho muy bien – Es el novio.
– Aquí tienes lo acordado. Y muchas gracias – Me entrega un sobre y dentro está lo que faltaba de mi cuota respecto a lo que ella me había abonado la tarde en que estuvimos juntos.
- De nada, ha sido un placer - le digo, pensando para mi mismo que ni se imagina hasta que punto lo ha sido.
- Supongo que hoy también te la has beneficiado – me pregunta.
- ¡Bueno...! Sí, no puedo mentirte, pero… -
- No te preocupes, eso es bueno. Así me será más fácil deshacerme de ella. Sólo necesitaba una excusa para dejarla, y creo que se está enamorando de ti. Eso será bueno, muy bueno para mis planes.
Le miro desafiante, no me gusta lo que está insinuando y se lo digo:
- Eres despreciable, quizás sea mejor que realmente te abandone.
- Bueno, tú no eres menos despreciable que yo, al fin y al cabo has tenido sexo por dinero: Precisamente el que yo te pago.
Me quedo mudo, realmente no sé qué contestarle, a fin de cuentas tiene razón. Se vuelve al local y yo decido regresar a casa. No me apetece seguir currando, sólo quiero olvidar por unas horas el trabajo de mierda que tengo.
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