la cala se recoge,
prefiere vivir escondida
y a salvo de visitas
incómodas e indiscretas.
Acariciada
por el mar y la luz
lanza destellos
desde la danza del invierno
a los amigos íntimos
que la celebran y visitan,
en la quietud
de los márgenes de su retiro.
Sobre un lecho de arena
y unas pocas algas
que la marea les regala,
las parejas sonríen
y se abrazan
a la felicidad del hecho,
sin nada más que ellos
y un trozo de madera
que la marea ha puesto
como testigo.
2 comentarios:
Muy íntimo, preciosa poesia... y más para los que estamos enamorados de estos rincones...
En este lugar en concreto es donde suelo ir a darme un chapuzón: Es mi playa.
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