martes, 12 de abril de 2011

DIS FRUTAS



Roza ligeramente los higos frescos con la yema de los dedos. Se recrea durante unos instantes en su extraña forma, tan parecida a cierta parte de su cuerpo y siente una extraña excitación. Escoge uno bien grande y lo olisquea. Se lo lleva a los labios y el hecho de lamerlo despierta ideas que jamás pensó tener. Levanta la cabeza y mira alrededor. El supermercado parece desierto. Normal, estaban a punto de cerrar. La única cajera acaba de despachar al último cliente y parece eclipsada contando el dinero de la caja. Y el vigilante de turno solo Dios sabe por dónde anda.

Más a su favor: la zona de las frutas y verduras está ya cerrada desde hace un rato y nunca pasa nadie por allí a esas alturas de la noche incipiente. Es una suerte que el calor se haya adelantado y haber escogido un corto vestido de verano porque lo haría todo más sencillo... Así que sube lentamente la falda moviendo sus caderas con ritmo oscilante y con un gesto casi imperceptible se quita las braguitas.

Lleva el higo a la boca, muerde un trozo y mientras mastica, el resto es restregado a altura del bajo vientre de forma repetida, hasta rozar un punto muy concreto de su anatomía íntima. Siente una intensa pero fugaz punzada de placer. Algunas semillas se le pegan a los labios y se esparcen por toda la entrepierna. Decide meter bien adentro la pulpa sobrante mientras las piernas se le aflojan y un frescor inherente alivia en cierta manera la combustión interior que la consume. Repite el proceso varias veces, pero el apetito se vuelve cada vez más insaciable...

Necesita más. Mira alrededor y descubre un enorme cesto de uvas. Las había de todas las formas y colores… Grandes, pequeñas, redondas, ovaladas, uvas corintias, rojizas, verdes, moradas. Da varios pasos cortos, sin separar los muslos, tratando de imaginar el olor entre dulce y salado que desprendería allí abajo: Jugo de higo mezclado con los propios. Se detiene al lado de las uvas, apoyada contra una pila de cajas amontonadas, cierra los ojos, abre las piernas y repite la operación: Con una mano separa labios y con la otra va eligiendo a ciegas las uvas para proceder a introducirlas muy despacio. La sensación de placer es ya indescriptible...

Después prueba suerte con un racimo que entra al completo y al rozarle las paredes interiores le produce aún más placer. Tira levemente de él, sacándolo de dentro y contempla con deleite cómo chorrean jugo de higo y fluido vaginal. Se pone en cuclillas, totalmente abierta de piernas y comienza a arrancar uvas del racimo para luego introducirlas con un suave gemido por cada ejemplar que se cuela dentro.

Levanta la mano para coger un nuevo racimo, pero topa con algo distinto, más grande y fresco. Fresas. Coge tres, que pasan a hacer compañía íntima a las afortunadas uvas. Echa mano al bolso y hurga hasta sacar un espejito de mano. Sin cambiar de postura lo lleva al lugar del hecho, vuelve a abrir las piernas de nuevo y estudia el fruto de sus acciones atentamente, mientras sobre el cristal llueven gotitas de variados colores.

Más fresas. Necesita más fresas. Toma unas cuantas y repite el ritual, pero esta vez junta un poco más las piernas para que todo se mezcle bien y, perfeccionando el trabajo, se mete a la vez dos dedos y empieza a frotar al tiempo que mueve las caderas cada vez más rápido. Luego los saca y muy despacio los lleva a la boca y chupa ávidamente. Un hilo de papilla de fresa y uva le resbala por la barbilla, el cuello, el breve pasillo de entre sus senos, el cálido vientre...

Vuelve a la postura acuclillada, cuando a través del espejo, justo en el centro del pasillo, ve al vigilante. Alza el trasero hasta apuntarle con él, invitándole, insinuante, a mirarla, a acercarse, dándole a entender que sería bien recibido. Pero el hombre no reacciona, seguramente porque la situación le supera. Sin previo aviso se gira, incorporándose para mirarle fijamente a los ojos mientras ensaya una sonrisa maliciosa, con los labios entreabiertos y manchados de fruta.

Pero la mirada se le desvía hacia los plátanos: esa sí que es una fruta tentadora y más a estas alturas. Coge uno a tientas y sin dejar de mirar al vigilante, lo pela y se lo restrega generosamente. Luego de chupar con glotonería la macedonia adherida, lo acerca a la parte más susceptible que inclina en dirección al muchacho y lo introduce de un solo golpe mientras un grito se le ahoga en la garganta. Ya toda clase de jugos le chorrean por los muslos.

No es suficiente. Necesita más. Mucho más. Con los ojos cerrados vuelve a estirar la mano y se topa con algo redondo y duro... Una manzana. En cualquier otro momento, aquello le parecía una locura, pero en el estado en que se encuentra hasta la idea más peregrina puede hacerse realidad. Se tumba en el suelo, abre las piernas todo lo que puede y comienza a empujar... Hasta que la manzana desaparece y le llena por dentro con una sensación de plenitud que jamás pensó sentir nunca... Y se deja ir de una manera salvaje y brutal hasta casi perder el sentido.

Cuando vuelve a ser consciente de donde está, sabe que el vigilante se encuentra a su lado. No hace falta decir nada, casi le exige con ademanes suplicantes que se arrodille, le agarra por la nuca y le restrega la cara contra su concentración de jugos:

-Chupa- Dice –Chupa como si te fuera la vida en ello-

La devora con la lengua, los labios y los dientes. De una manera casi salvaje. Se alimenta sin dejar resto alguno del higo, las uvas, las fresas o el plátano. Y cuando se separa, la manzana escapa lentamente de su escondrijo y ambos contemplan con ojos alucinados cómo rueda por el suelo hasta pararse a un metro de donde están.

En eso están cuando una voz femenina suena en los altavoces... Avisan que el establecimiento está a punto de cerrar.

-Aún queda pagar la compra- dice ella mientras sonríe.
-Es verdad, tenemos que darnos prisa- contesta el vigilante con un guiño cómplice. –Ha sido increíble y la idea de hacer yo de segurita ha sido genial, pero esto no tiene por qué acabar aquí: La fiesta la podemos continuar en casa. En la nevera hay toda clase de verduras, entre otros variados manjares...

No hay comentarios: