El mito se hizo añicos a nivel personal hace años. Ya no tiene ninguna tabla salvadora a la que agarrarse. Pero parece que para algunos sectores de la izquierda permanece y no se puede entender semejante ejercicio de cinismo. El régimen cubano fue una de las esperanzas de mi adolescencia y juventud, en la que la lucha contra la dictadura en España llegó sustentada en convicciones revolucionarias. En esa etapa de la vida, la existencia se deja iluminar con facilidad por el sol impulsivo del presente, y nos impide vislumbrar las sombras del futuro. La cuestión es que han pasado los años y tras cinco décadas de régimen castrista se ha desvanecido la utopía político-religiosa en que se convirtió un día aquello que llamaron el Triunfo de la Revolución: No hay ningún paraíso para el pueblo cubano después de tanto tiempo sumido en un valle de lágrimas, aunque algunos se nieguen a verlo. Tampoco vale ya de nada el manido recurso al demonio del embargo yanqui, uno de los ejemplos más nítidos de cómo dos enemigos se retroalimentan de un mismo tema para defender una situación insostenible.
Nunca podré olvidar el impacto que me produjo la lectura de una entrevista a la maravillosa e indoblegable Dulce María Loynaz (lean su poesía, que me lo van a agradecer), cuando se permitió un chiste que resume la amarga frustración de los sueños traicionados: ‘¿Sabe por qué le llaman el sastre a Fidel Castro?: Pues porque se pasa la vida tomando medidas’. Al principio tuve la tentación de reírme, pero se me heló la sonrisa. No era un chiste para reír, sino para llorar. Más aún si cabe cuando para un canario todo lo que huele a Cuba viene cargado de una densidad emocional difícilmente entendible por otros lares, y hace poco en una de estas islas fuimos testigos de la huelga de hombre de la activista saharaui Aminatu Haidar que estuvo a punto de tener un desenlace parecido.
Y resulta que ha muerto Orlando Zapata. Hasta hace un par de días lo desconocía todo de él. He tenido que bucear en internet para averiguar quién era este preso político fallecido en un hospital de La Habana tras casi tres meses en huelga de hambre. No ha sido fácil: No ha dejado ningún texto, ninguna declaración en la que basarnos para explicar su ideología y el mensaje que quiso dejarle al mundo. Sólo sé que era negro, albañil y que había sido acogido como preso de conciencia por Amnistía Internacional. A partir de ahí todo son especulaciones sobre un hombre que enarboló la fuerza desnuda de la dignidad para enfrentarse al engranaje dentado de la dictadura castrista, sin más armas que la de su suicidio rebelde y la de su intento de propagar una huelga de hambre social. Es pronto quizá para medir la repercusión de este ejemplo de coraje y de rebeldía. Pero es preocupante que las reacciones ante su valor vengan en España únicamente de mano de la derecha. Lo demás es silencio y mirar hacia otra parte, como por otro lado ha venido ocurriendo con Cuba desde los sectores más activos de la izquierda.
Para ciertas cuestiones intento conservar viva la memoria, y este suicidio-asesinato apesta. Es el mismo corrompido hedor que soportamos los que vivimos los estertores del régimen franquista y que destruye moralmente y de manera definitiva el entramado que el clan de los Castro intenta mantener en pié contra los designios de la historia. Pero me revuelve las tripas otra cosa: Porque cuando la huelga de Haidar en Lanzarote, hubo muchas voces al lado de la mía mostrándole apoyo y condenando la postura de Marruecos. Ahora, indignado y asqueado por lo ocurrido en Cuba, levando mi voz señalando a Castro como culpable. Me pregunto cuántos de los que me acompañaron aquella vez lo harán en esta...
Nunca podré olvidar el impacto que me produjo la lectura de una entrevista a la maravillosa e indoblegable Dulce María Loynaz (lean su poesía, que me lo van a agradecer), cuando se permitió un chiste que resume la amarga frustración de los sueños traicionados: ‘¿Sabe por qué le llaman el sastre a Fidel Castro?: Pues porque se pasa la vida tomando medidas’. Al principio tuve la tentación de reírme, pero se me heló la sonrisa. No era un chiste para reír, sino para llorar. Más aún si cabe cuando para un canario todo lo que huele a Cuba viene cargado de una densidad emocional difícilmente entendible por otros lares, y hace poco en una de estas islas fuimos testigos de la huelga de hombre de la activista saharaui Aminatu Haidar que estuvo a punto de tener un desenlace parecido.
Y resulta que ha muerto Orlando Zapata. Hasta hace un par de días lo desconocía todo de él. He tenido que bucear en internet para averiguar quién era este preso político fallecido en un hospital de La Habana tras casi tres meses en huelga de hambre. No ha sido fácil: No ha dejado ningún texto, ninguna declaración en la que basarnos para explicar su ideología y el mensaje que quiso dejarle al mundo. Sólo sé que era negro, albañil y que había sido acogido como preso de conciencia por Amnistía Internacional. A partir de ahí todo son especulaciones sobre un hombre que enarboló la fuerza desnuda de la dignidad para enfrentarse al engranaje dentado de la dictadura castrista, sin más armas que la de su suicidio rebelde y la de su intento de propagar una huelga de hambre social. Es pronto quizá para medir la repercusión de este ejemplo de coraje y de rebeldía. Pero es preocupante que las reacciones ante su valor vengan en España únicamente de mano de la derecha. Lo demás es silencio y mirar hacia otra parte, como por otro lado ha venido ocurriendo con Cuba desde los sectores más activos de la izquierda.
Para ciertas cuestiones intento conservar viva la memoria, y este suicidio-asesinato apesta. Es el mismo corrompido hedor que soportamos los que vivimos los estertores del régimen franquista y que destruye moralmente y de manera definitiva el entramado que el clan de los Castro intenta mantener en pié contra los designios de la historia. Pero me revuelve las tripas otra cosa: Porque cuando la huelga de Haidar en Lanzarote, hubo muchas voces al lado de la mía mostrándole apoyo y condenando la postura de Marruecos. Ahora, indignado y asqueado por lo ocurrido en Cuba, levando mi voz señalando a Castro como culpable. Me pregunto cuántos de los que me acompañaron aquella vez lo harán en esta...
2 comentarios:
Se apaga una vida por reivindicar el respeto a los Derechos Humanos...
Y tienes mucha razón, y es que los Derechos Humanos , o se defienden para TODOS, o de lo contrario caemos en una enorme contradicción, porque no es de recibo que cada uno exija que se respeten los Derechos Humanos sólo a los de las ideologías opuestas...
Debemos defender TODOS los Derechos Humanos en cualquier parte del mundo... Por supuesto, también en Cuba
Yo alzo contigo mi palabra para pedir que esta muerte absurda sea el preludio de la libertad. Aunque no se pueda hacer mucho, al menos tenemos nuestros blogs para no cruzarnos de brazos y mirar para otro lado.
El día que dejemos de soñar es que habremos dejado de existir.
Comparto tu recomendación sobre la lectura de la obra de Dulce María Loynaz. Es un derroche de belleza.
Un abrazo
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