lunes, 15 de marzo de 2010

DESAPARECIDOS


Por las reacciones viscerales de algunos, me pregunto cuánto tiempo ha de pasar para que dejemos de buscar los restos de una persona desaparecida. Lo saco a colación porque resulta cuando menos paradójico cómo nos movilizamos para buscar el cuerpo desaparecido de Marta del Castillo, la joven presuntamente asesinada por su novio y que éste escondió vaya usted a saber dónde, con la correspondiente campaña que desde ciertos círculos montan exigiendo resultado a jueces y policías... Mientras que, muchos de los que se rasgan las vestiduras con este tema miran hacia otro lado, se indignan hablando de supuestas revanchas o argumentan que es agua pasada cuando planteamos recuperar los restos de Federico García Lorca y tantos otros compañeros desaparecidos en los actos de represión franquista.

Es más: Nos congratulamos por las acciones de la justicia española, que no dio descanso en sus últimos años a Pinochet, con todo el valor simbólico que implicaba acusarle de crímenes contra la humanidad, y hoy observamos asombrados la campaña mediática y leguleya contra el juez Baltasar Garzón con el fin de conseguir que sigan levantados los muros de silencio sobre la cuestión de los fusilamientos masivos en la época de Franco: Hay una realidad incontestable: La de cientos de restos que yacen enterrados y en silencio a la espera de que algún día sus familiares los encuentren. Y la de las familias que viven obsesionadas con darle a esos restos el tratamiento que merecen. Mientras, siguen por ahí mezclados con una tierra desconocida, entre las piedras y el polvo de los caminos.

Por eso el fallo judicial que amenaza con caer sobre Garzón, de la mano de un grupo execrable de nostálgicos de ultraderecha, delincuentes políticos y jueces ideológicamente manchados por la más rancia mirada será un desafuero que clamará al cielo en medio mundo, pero no está dirigido únicamente contra un magistrado que intenta poner orden en la memoria contemporánea de este país, sino también contra los hombres y mujeres que reclaman los cuerpos desaparecidos de sus familiares, con el único objeto de darles el merecido descanso. Con qué derecho puede mirar España a otros países, sobre todo latinoamericanos, para exigirles claridad en su devenir histórico después de haber vivido regímenes dictatoriales, si no le sabemos dar satisfacción a los que después de tantos años aún la siguen sufriendo aquí.

Una pregunta que considero procedente: ¿Cómo se explica el silencio de la Iglesia en este tema cuando está continuamente saliendo a la palestra pública a expresar sus opiniones en cuestiones la mar de dispares? ¿Será que no lo ve necesario porque se sigue preocupando sólo de las víctimas de los que en su momento consideró su bando, o porque prefiere la Conferencia Episcopal pasar de puntillas sobre él razonando que hay demasiada colaboración durante la dictadura de la que avergonzarse?

Es curioso cómo se ha logrado cambiar el concepto del ejército en este país, con una tradición golpista muy arraigada, hasta hace pocos años orgulloso de su victoria militar en la Guerra Civil y siendo durante años el sostén principal de la dictadura. Ahora resulta que lucha en medio mundo por una cierta idea democrática y de respeto de los derechos humanos siguiendo los mandatos del Poder Civil (que sean equivocados o no es otra cuestión). Pero sin embargo, hay sectores civiles y eclesiásticos a los que no ha habido manera o arrestos para meter en cintura democrática: Su idea de la reconciliación es no remover nada que ataña a nuestra más reciente historia de vencedores y vencidos, y para ello están dispuestos a lo que sea. Una lástima que ciertas actitudes del partido de la derecha den pábulo a semejante estulticia. Estando como estamos, no es difícil concluir que si la conspiración contra Garzón prospera nos vamos a arrepentir durante mucho tiempo... Y nada me gustaría más que equivocarme.




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