Imagen: Viñeta de 'El Roto', publicada en el diario 'el país' el día 8/2/2010
Los que me conocen saben de la profunda admiración que siento por ‘El Roto’. Un verdadero genio de la viñeta gráfica, que además tuvo en su día la generosidad de dar su aquiescencia para reproducir en este blog cualquiera de sus dibujos. Cada uno de ellos supone una profunda reflexión crítica sobre la sociedad de nuestros días. Hace muy poco entró a saco en el debate sobre los planteamientos del gobierno de alargar la edad de jubilación hasta los 67 años.
Me atrevo a seguir su planteamiento, porque parece que la crisis económica nos está metiendo en un foso reaccionario del que nos va a costar mucho salir. Hasta hace muy poco parecía que estábamos sumidos de lleno en una fase de prosperidad imparable. Nadie reparaba en las grietas del sistema, ni en lo injusto que estábamos siendo con los que se quedaban fuera del reparto de la riqueza. Los gurús del capitalismo incluso planteaban el dilema de la drástica disminución en las horas de trabajo y qué hacer con el tiempo libre del que íbamos a disponer. La clase política sacaba pecho y se mostraba generosa, levantando la bandera del estado de bienestar. Que sencillo le era al Presidente del Gobierno todos estos años cuando pintaba el Edén Social en que se convertiría este país. Con qué facilidad se apuntan tantos cuando todo va sobre ruedas. Luego, cuando las cosas se tuercen, se dan más prisa aún en buscar culpables de su propia ineficiencia.
Ha bastado un ligero movimiento sísmico en la economía mundial, para que la montaña de mentiras se haya venido debajo de manera estruendosa. Del atracón prometido estamos pasando a la pesada digestión de una semiesclavitud rediviva, a las promesas de raquíticas ofertas de trabajo y a las colas interminables en las oficinas del paro. Salvo una minoría privilegiada, que saldrá más enriquecida de la crisis, los que aún tienen la suerte de trabajar apechugan con ocho o doce horas diarias de dura y precaria jornada laboral sustentada en unos contratos leoninos y donde los convenios colectivos se convierten en papel mojado.
Los trabajadores, desasistidos sindicalmente, indefensos ante los despidos incontrolados, sobreviven entre la rabia y la vergüenza doblando la cerviz, con el miedo social inyectado en la sangre. El último consuelo que nos quedaba, el de vivir más tiempo y gozarlo aunque fuera agarrados a una pensión medianamente digna, se volatiliza dinamitado por los que aún tienen la desvergüenza de calificarse a sí mismos como representantes de la izquierda. Tiene razón ‘El Roto’ cuando pone en el pensamiento de ese obrero cariacontecido la reflexión de marras: ¿De qué nos sirve vivir más tiempo, si hemos de trabajar más años?
No es cierto que el futuro no exista. Existe para los de siempre, independientemente de cualquier crisis. A los otros sólo nos queda hacernos a la idea de que la búsqueda de una sociedad más justa, menos atada a la soga de la competencia y que reparta equidad y justicia, desapareció cuando se vinieron abajo las alternativas al capitalismo. Sabíamos las soluciones de la derecha para superar las dificultades económicas. Ha sido siempre la misma: Mayor facilidad de despido. Demos las gracias al Señor Presidente por abrirnos definitivamente los ojos sobre las recetas que aplicará esta izquierda que tanto cuida a los bancos y que no tiene problema en castigar al eslabón más débil de la cadena económica y social.
Me atrevo a seguir su planteamiento, porque parece que la crisis económica nos está metiendo en un foso reaccionario del que nos va a costar mucho salir. Hasta hace muy poco parecía que estábamos sumidos de lleno en una fase de prosperidad imparable. Nadie reparaba en las grietas del sistema, ni en lo injusto que estábamos siendo con los que se quedaban fuera del reparto de la riqueza. Los gurús del capitalismo incluso planteaban el dilema de la drástica disminución en las horas de trabajo y qué hacer con el tiempo libre del que íbamos a disponer. La clase política sacaba pecho y se mostraba generosa, levantando la bandera del estado de bienestar. Que sencillo le era al Presidente del Gobierno todos estos años cuando pintaba el Edén Social en que se convertiría este país. Con qué facilidad se apuntan tantos cuando todo va sobre ruedas. Luego, cuando las cosas se tuercen, se dan más prisa aún en buscar culpables de su propia ineficiencia.
Ha bastado un ligero movimiento sísmico en la economía mundial, para que la montaña de mentiras se haya venido debajo de manera estruendosa. Del atracón prometido estamos pasando a la pesada digestión de una semiesclavitud rediviva, a las promesas de raquíticas ofertas de trabajo y a las colas interminables en las oficinas del paro. Salvo una minoría privilegiada, que saldrá más enriquecida de la crisis, los que aún tienen la suerte de trabajar apechugan con ocho o doce horas diarias de dura y precaria jornada laboral sustentada en unos contratos leoninos y donde los convenios colectivos se convierten en papel mojado.
Los trabajadores, desasistidos sindicalmente, indefensos ante los despidos incontrolados, sobreviven entre la rabia y la vergüenza doblando la cerviz, con el miedo social inyectado en la sangre. El último consuelo que nos quedaba, el de vivir más tiempo y gozarlo aunque fuera agarrados a una pensión medianamente digna, se volatiliza dinamitado por los que aún tienen la desvergüenza de calificarse a sí mismos como representantes de la izquierda. Tiene razón ‘El Roto’ cuando pone en el pensamiento de ese obrero cariacontecido la reflexión de marras: ¿De qué nos sirve vivir más tiempo, si hemos de trabajar más años?
No es cierto que el futuro no exista. Existe para los de siempre, independientemente de cualquier crisis. A los otros sólo nos queda hacernos a la idea de que la búsqueda de una sociedad más justa, menos atada a la soga de la competencia y que reparta equidad y justicia, desapareció cuando se vinieron abajo las alternativas al capitalismo. Sabíamos las soluciones de la derecha para superar las dificultades económicas. Ha sido siempre la misma: Mayor facilidad de despido. Demos las gracias al Señor Presidente por abrirnos definitivamente los ojos sobre las recetas que aplicará esta izquierda que tanto cuida a los bancos y que no tiene problema en castigar al eslabón más débil de la cadena económica y social.
1 comentario:
Ya es hora de que los Sindicatos asistan a los trabajadores y decidan iniciar una campaña de Información y Movilizaciones rechazando la propuesta del Gobierno a través de medidas imperativas de ampliar la edad de jubilación de 65 a 67 años, así como otras medidas relativas al cambio en el sistema de cotizaciones, el recorte en el acceso y las prestaciones de jubilación o, también, de las pensiones de viudedad.
Solamente, con una rápida y fuerte oposición a estas propuestas lograremos que el Gobierno reconsidere su postura y respete el actual sistema de jubilaciones.
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