Quiero advertirlo desde ahora, para que todos estén avisados: Este año no pienso caer en la contradicción de celebrar la navidad, cuando me parece la fiesta con más carga cínica del año. Será porque el vaso del desánimo ya se ha colmado y no pienso hacerle el juego a los que viven de la invención de unas fiestas que se disfrazan de buenos deseos para que algunos puedan seguir con sus negocios de siempre. Me han defraudado demasiadas cosas como para seguir manteniendo la ilusión en una idea del amor que traicionamos continuamente.
Me temo que va a ser este un mes muy triste con las noticias que se están fraguando... Lo supe cuando contemplaba la entrega de un Nobel de la Paz en el que la Academia Sueca premia a una sonrisa mediática, en lugar de un trabajo comprometido con la pacificación y la justicia. Lo supe escuchando asombrado cómo el premiado justifica su derecho a la guerra cuando la califica de justa... Lo he sabido mientras contemplo la agonía de Aminatu Haidar, reclamando Derechos Humanos para el que debería ser su país, el Sáhara Occidental. Qué cosas ocurren, qué absurdo puede ser el mundo cuando todos estamos de acuerdo en que su pueblo tiene derecho a un Referéndum para decidir su destino y nadie hace nada para obligar a Marruecos a aceptarlo... Los que deberían hacerlo se prefieren en la ONU y Estocolmo para celebrar su derecho a lanzar al aire discursos vacíos y gastar enormes cantidades de dinero en protocolo, hacerse fotos vestidos de Armani mientras fingen preocuparse de los abandonados a su suerte por esta maldita y estúpida sociedad que idolatra la riqueza y admira la apariencia.
La crisis de la que tanto se habla, también lo es de referencias éticas. Se están vulnerando muchos derechos que costaron sangre, sudor y lágrimas conquistar. El único valor que no parece perder adeptos es el del consumo. Aminatu habla de otra cosa con su actitud: Su discurso está inmerso en el universo de los Valores y los Principios, es la misma lucha de tantos otros en el pasado para que nosotros pudiéramos sentirnos libres. ¿Y qué estamos haciendo con nuestra libertad? Pues, por ejemplo, que las leyes permitan a las empresas recortar derechos que nada tienen que ver con su cuenta de resultados, echando por tierra las teorías de la motivación laboral y la implicación de todos en sus actividades. Por ejemplo que gran parte de nuestro bienestar esté conectado directamente con la destrucción de gran parte del mundo. Por ejemplo, que cambiemos el clima del planeta mientras en una Conferencia Internacional se realizan discusiones bizantinas sobre el grado de contaminación que es recomendable emitir. Por ejemplo, que los que tienen alma de inquisidores, se permitan aún hablar de herejía cuando se refieren a la libertad de pensamiento.
El sistema está basado en el despilfarro, y es ahí donde cobra un sentido su razón de ser. Matamos el tedio de nuestra riqueza comprando casi compulsivamente, renovando continuamente insensatas necesidades que sostienen la economía y que tenemos el deber de alimentar para que no se nos hunda. Y si hace falta pagar de nuestras arcas las operaciones económicas fallidas, o los bonos que premian la incompetencia de los altos ejecutivos, pues lo hacemos. Estamos metidos en una trampa, obligados a consumir como ratas para que no quiebre un entramado económico y social a todas luces injusto.
Así nos va, premiando la sonrisa mediática del poderoso y contemplando cómo se apaga otra vida llena de dignidad. Cuando lo haga del todo, la olvidaremos pronto para seguir siendo felices, de esta manera fácil, vacía y regulada por los indicadores de consumo. Es una verdadera pena tener que saber de las desgracias del resto del mundo... y qué derecho tendrá la señora Haidar a exportar su lucha hasta las mismas narices de nuestra casa, recordarnos lo que la honorabilidad significa, ahora que las luces de las calles nos iluminan de buenos propósitos y mejores sentimientos... Pero por ahí no paso esta navidad. Así que ya lo saben: No pienso felicitar a nadie y mucho menos celebrar nada.
Me temo que va a ser este un mes muy triste con las noticias que se están fraguando... Lo supe cuando contemplaba la entrega de un Nobel de la Paz en el que la Academia Sueca premia a una sonrisa mediática, en lugar de un trabajo comprometido con la pacificación y la justicia. Lo supe escuchando asombrado cómo el premiado justifica su derecho a la guerra cuando la califica de justa... Lo he sabido mientras contemplo la agonía de Aminatu Haidar, reclamando Derechos Humanos para el que debería ser su país, el Sáhara Occidental. Qué cosas ocurren, qué absurdo puede ser el mundo cuando todos estamos de acuerdo en que su pueblo tiene derecho a un Referéndum para decidir su destino y nadie hace nada para obligar a Marruecos a aceptarlo... Los que deberían hacerlo se prefieren en la ONU y Estocolmo para celebrar su derecho a lanzar al aire discursos vacíos y gastar enormes cantidades de dinero en protocolo, hacerse fotos vestidos de Armani mientras fingen preocuparse de los abandonados a su suerte por esta maldita y estúpida sociedad que idolatra la riqueza y admira la apariencia.
La crisis de la que tanto se habla, también lo es de referencias éticas. Se están vulnerando muchos derechos que costaron sangre, sudor y lágrimas conquistar. El único valor que no parece perder adeptos es el del consumo. Aminatu habla de otra cosa con su actitud: Su discurso está inmerso en el universo de los Valores y los Principios, es la misma lucha de tantos otros en el pasado para que nosotros pudiéramos sentirnos libres. ¿Y qué estamos haciendo con nuestra libertad? Pues, por ejemplo, que las leyes permitan a las empresas recortar derechos que nada tienen que ver con su cuenta de resultados, echando por tierra las teorías de la motivación laboral y la implicación de todos en sus actividades. Por ejemplo que gran parte de nuestro bienestar esté conectado directamente con la destrucción de gran parte del mundo. Por ejemplo, que cambiemos el clima del planeta mientras en una Conferencia Internacional se realizan discusiones bizantinas sobre el grado de contaminación que es recomendable emitir. Por ejemplo, que los que tienen alma de inquisidores, se permitan aún hablar de herejía cuando se refieren a la libertad de pensamiento.
El sistema está basado en el despilfarro, y es ahí donde cobra un sentido su razón de ser. Matamos el tedio de nuestra riqueza comprando casi compulsivamente, renovando continuamente insensatas necesidades que sostienen la economía y que tenemos el deber de alimentar para que no se nos hunda. Y si hace falta pagar de nuestras arcas las operaciones económicas fallidas, o los bonos que premian la incompetencia de los altos ejecutivos, pues lo hacemos. Estamos metidos en una trampa, obligados a consumir como ratas para que no quiebre un entramado económico y social a todas luces injusto.
Así nos va, premiando la sonrisa mediática del poderoso y contemplando cómo se apaga otra vida llena de dignidad. Cuando lo haga del todo, la olvidaremos pronto para seguir siendo felices, de esta manera fácil, vacía y regulada por los indicadores de consumo. Es una verdadera pena tener que saber de las desgracias del resto del mundo... y qué derecho tendrá la señora Haidar a exportar su lucha hasta las mismas narices de nuestra casa, recordarnos lo que la honorabilidad significa, ahora que las luces de las calles nos iluminan de buenos propósitos y mejores sentimientos... Pero por ahí no paso esta navidad. Así que ya lo saben: No pienso felicitar a nadie y mucho menos celebrar nada.
1 comentario:
Esto es una rebeldía en toda regla, con más que justifados argumentos, yo no me queda otra cosa que hacer que darte la razón, y si esta rebeldía se hiciera extensiva a toda la humanidad, este mundo cambiaría, pero no es así querido Paco, no es así. Yo desde la experiencia de mis años, y desde el modesto conocimiento que tengo de la historia te diré que te pongas como te pongas esto no tiene remedio. No te voy a felicitar pero seguro que más de uno lo hará, Uyyy que dificíl te lo van a poner, en cualquioer caso cuenta con mi apoyo si sirviera para algo y por supuesto con mi comprensión. Un beso
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