jueves, 9 de julio de 2009

AMOR DE HIJO


No sé si en estas circunstancias
me creerá si digo que la quiero,
debe desconfiar de los hombres.
Pero lo saben los almendros en flor
y las aves que visitan este cielo
en su eterno vagar de rumbos.
Tampoco yo comprendo ese desprecio
que impera en el alma de las gentes,
que devuelven hiel a cambio
del don de vida que se les ofrece.
La respeto profundamente:
En mis sueños se liberan para siempre
los lugares donde creció un día
la inmemorial belleza que atesora.
Por eso me doy a su mundo
en todas las estaciones,
en cualquiera de las formas de amarla,
sin dudas ni empeños
en amoldarme a las costumbres
de la dejación, el olvido y la indiferencia.
Intento ser digno de ella
y convertirme en el fruto que querría
que fueran todos sus hijos.
No conozco otra manera
de probarle mi amor a la Madre Tierra.

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