Las horas nos son propicias
en su propia bonanza,
luego está la sensación
de dejadez y abandono,
en su propia bonanza,
luego está la sensación
de dejadez y abandono,
el espejo enmarcado
en el aroma de la tarde,
en el aroma de la tarde,
el balcón abierto,
el calor del verano,
el calor del verano,
los libros en cualquier sitio
como acabados de leer,
como acabados de leer,
y la imperturbable compañía
de un reloj que se empeña
en recordarnos la hora.
Son momentos, paréntesis
de un nuevo capítulo
en el que jugamos a dioses
en recordarnos la hora.
Son momentos, paréntesis
de un nuevo capítulo
en el que jugamos a dioses
protagonistas del amor,
como si fuéramos los primeros
y estuviéramos al margen
de lo ya vivido por otros
o por nosotros mismos.
Pero seguimos adelante
abrazados a los olvidos cotidianos,
como si fuéramos los primeros
y estuviéramos al margen
de lo ya vivido por otros
o por nosotros mismos.
Pero seguimos adelante
abrazados a los olvidos cotidianos,
mordiendo con fuerza las elipsis,
mientras centellean las sombras
cada vez que danza el deseo
cada vez que danza el deseo
entre tus pechos y mi boca.
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