lunes, 29 de junio de 2009

ADELANTE


Las horas nos son propicias
en su propia bonanza,
luego está la sensación
de dejadez y abandono,
el espejo enmarcado
en el aroma de la tarde,
el balcón abierto,
el calor del verano,
los libros en cualquier sitio
como acabados de leer,
y la imperturbable compañía
de un reloj que se empeña
en recordarnos la hora.
Son momentos, paréntesis
de un nuevo capítulo
en el que jugamos a dioses
protagonistas del amor,
como si fuéramos los primeros
y estuviéramos al margen
de lo ya vivido por otros
o por nosotros mismos.
Pero seguimos adelante
abrazados a los olvidos cotidianos,
mordiendo con fuerza las elipsis,
mientras centellean las sombras
cada vez que danza el deseo
entre tus pechos y mi boca.

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