viernes, 19 de septiembre de 2008

MUTACIONES


Es de noche, y afuera sopla el viento como un alma en pena. Los árboles están a punto de romperse, pero resisten con una sinfonía de gritos apagados. Sé que me estoy yendo. Por vez primera siento de verdad que me estoy yendo. No sé a dónde, ni por qué, y es posible que ni siquiera quiera saberlo. Igual es que el frío se me instaló hace tiempo en los huesos, y comienza a ser un habitante considerablemente incómodo. O la sensación de agotamiento al levantarme cada mañana, después de una noche de insomnio y soledad. Así empezaban muchos días, pero no se quedaba la cosa ahí. No lo sabía. O estaba ciego a la rutina del amor, apagado por el paso del tiempo. También lo sé: Ni siquiera soy original en esto, pero ya sabes que soy un tipo vulgar y corriente, aunque me esfuerce por aparentar lo contrario.
Que lástima este dormir mío tan escaso. Porque dormir era morirse un poco, una muerte leve, de pocas horas, vuelto hacia el lado derecho de la cama. Y en esa muerte revivía al permitirme soñar que soñaba, antes de regresar la amenaza del despertar con ese frío del que antes te hablaba, calado en los huesos. Eso te acaba pudriendo sin darte cuenta. Porque los recuerdos siguen ahí, en contrapartida a las realidades. En la memoria perviven las bellas palabras, antes de que se volviesen silencios y las caricias que precedieron al no tocarnos. Nos abandonamos, estábamos perdiendo la batalla, aunque luchamos denodadamente por recuperar los cristales rotos de una convivencia larga y feliz. No advertíamos la pérdida, porque el reflejo de lo que fuimos es demasiado hermoso.
Viví demasiado tiempo en tierra de nadie, en un lugar donde el viento no para de soplar con violencia, y te arrastra a la soledad. Con el tiempo, hasta te convences de que todo va bien, que has pasado a otro estado donde las sensaciones ya se han amortiguado y se terminan apagando las emociones. Como si esa fuera la evolución normal de las cosas.
Todo salta por los aires cuando descubres que estabas en coma y vuelves a experimentar en toda su fuerza la conmoción de vivir. No puedo darte más razones que las que ya sabes. Lo siento, porque eso te hace daño y es lo último que hubiera deseado en este mundo. Pero necesito este intento de esbozar otro escenario y otra manera de interpretar la vida. Puede que lo pierda todo en el intento. Quizás sea la última oportunidad. No sé de qué, ni para qué. Pero tengo que descubrirlo. Aunque para ello haya que traicionar todas mis esencias, y el espejo me devuelva cada día las mutaciones que me hacen ser otro, y terminan por afectar también a lo que me rodea.
Ya no soy el mismo. Claro que te has dado cuenta. No me preguntes en qué me estoy convirtiendo, porque lo desconozco. Me he convertido en una incógnita hasta para mi mismo. El caso es que necesito espacio y tiempo para que esta transformación se complete. Aún he de morirme del todo..., aunque sea poquito a poco, durante las pocas horas en que el sueño repara las viejas cicatrices de toda una vida, y va dando forma a lo que podría llegar a ser. Es lo que siento, no puedo evitarlo. Y para ser sincero, tampoco lo deseo...

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