martes, 12 de febrero de 2008

VIERNES ESPECIALES (Relato erótico)

Imagen: "Medianoche", fotografía de Haleh Bryan
Ha sido un día muy largo, sin poder concentrase en las tareas del trabajo en ningún momento. La impaciencia y turbación que la sacuden los últimos viernes de cada mes no le han dejado lugar para la relajación. Tiene una celebración especial en casa. Como siempre, desde que llegaron a aquél acuerdo que les ha cambiado su vida en común. Es tarde: Ya estará esperando, preparado e inquieto. Intenta darse prisa mientras cruza el parque y el verano le hace cosquillas con una gota de sudor en el nacimiento de los senos. Cuando toma el ascensor, la humedad ya no tiene nada que ver con el clima...
Agradece encontrar el frescor que esconden las paredes de su casa: Cuando él intenta abrazarla, le pide por favor que espere: Necesita primero una ducha rápida y quitarse aquellas ropas. Su contestación es como una descarga eléctrica.

-Vale. Pero no vuelvas a vestirte. Total, para lo que te va a hacer falta...

Mientras se aleja camino del baño, comprueba de reojo que el libro está sobre la mesita del salón. Es un ejemplar de poesía erótica. El culpable de todo. Maravillosa culpa. Les había llamado la atención en la librería y decidieron adquirirlo. Cuando tumbados en la cama y a punto de dormirse, ella acabó de leer el primer poema en voz alta, la necesidad de sexo que sintió en sus venas era tal que creyó morirse. No tuvo tiempo para más, porque comprobó enseguida que a su pareja le había pasado lo mismo. Nunca les había ocurrido nada igual: De una intensidad salvaje y tierna, liberadora, pasional, increíble...
Había ocurrido un viernes, precisamente. Por eso sellaron el acuerdo: Cada viernes de final de mes leerían al azar un poema del libro y se dejarían llevar por lo que pudiese inspirarles... Y había que reconocer que les había logrado inspirar mucho más de lo que jamás hubieran pensado.
Salió de la ducha y lo encontró sentado en su sillón preferido, también desnudo, hermoso en el más que evidente deseo que su cuerpo transparentaba. Sonreía con el libro en la mano. Se lo entregó mientras la besaba.

-Hoy te toca leer a ti- le dijo, y le cedió el sillón mientras se sentaba a sus pies y comenzaba a acariciarle suavemente las piernas aparentando estar distraído, aunque por la dirección que tomaba la mano, era evidente que sabía lo que hacía. Con un ligero estremecimiento abrió el libro a la par que los muslos y se dispuso a despejar la incógnita de lo que la tarde podría brindarles. Echó una ojeada al título del poema, y algo en su interior comenzó a vibrar.

-¿Tú qué crees? preguntó, mostrándole el título... Él leyó, lo meditó unos instantes y se lo devolvió sonriendo con gesto de tunante.

-Pues... no sé... Un acuerdo es un acuerdo, ¿no?-
-Cierto, cierto- Contestó. –Tienes toda la razón. Empecemos entonces con la lectura, ¿no?

Volvió a dirigir la mirada al poema, y con un toque de ansiedad en la voz comenzó a leer:


Tu amor yace encerrado entre dos puertas
que anhelo reconocer en este encuentro,
si abres tu alma a los umbrales de mi sed
y los tabúes logran escapar de las sombras...

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