Monumental sorpresa en la final del Torneo Comunidad Filistea del pasado domingo, que enfrentaba al Real Goliat y al David F.C.
Ni los más acérrimos seguidores de éstos últimos soñaron con un resultado tan contundente. La diferencia de presupuesto es tan grande, como la que señala a un equipo como aspirante obligado al título de liga y al otro prácticamente lo condena al descenso de categoría. Pero así es el deporte, y cosas como las vividas en este partido son las le que añaden ese plus de sorpresa, gloria y fascinación.
Desde el pitido inicial, nada salió como estaba previsto. Los modestos jugadores del David, como tocados por un hálito divino, se les subieron a las barbas a sus endiosados contrincantes, echando por tierra cualquier táctica preconcebida: Se lanzaron a un ataque frenético, que en ningún momento pudo ser neutralizado por el rival, paralizado por el asombro, derrotados de antemano sus jugadores y técnicos, como si el balón fuese una enorme losa que les aplastase piernas y cerebro. Decisivo fue el tempranero gol, conseguido cuando aún algunos espectadores ni siquiera habían llegado a su asiento: Marcó indudablemente el devenir del resto del encuentro.
La goleada ha sido histórica, y será recordada durante mucho tiempo, para gloria de unos y eterna vergüenza de otros. Este humilde cronista aventura hasta con la posibilidad de que en un futuro lejano surjan leyendas que transformen lo que ha sido un mero partido de fútbol en combate épico. Al fin y al cabo, los enfrentamientos en el deporte surgieron precisamente para reemplazar a los que se producían en el campo de batalla y son una extraordinaria metáfora incruenta de las guerras.
Las declaraciones pos-partido no dejan lugar a dudas:
La estrella brasileña del Real Goliat, fichada a golpe de talonario este verano, argumentó que los habían noqueado desde el principio, y en ningún momento su equipo tuvo capacidad de reacción.
Por otro lado, el laureado capitán del equipo, en otro alarde semántico suyo tan característico, sólo pudo decir que “bueno... el fútbol es así”, complementado con un “en un partido somos once contra once y, bueno... todo puede pasar”. Tras lo cual salió de estampida.
Por su parte, en la rueda de prensa del entrenador, los tiros dialécticos fueron por los mismos derroteros. Tras felicitar al rival y reconocer que el resultado era justo, dijo que “vio a sus jugadores superados por los acontecimientos, como si alguien les hubiese lanzado una pedrada en medio de la frente”.
En el bando vencedor, todo eran celebraciones y fiesta. Sin lugar a dudas, las victorias saben mejor cuando todos te señalan previamente como candidato a la derrota. Para el entorno del modesto David F.C., lo sucedido el domingo ha sido como ganar la Champions...
Ni los más acérrimos seguidores de éstos últimos soñaron con un resultado tan contundente. La diferencia de presupuesto es tan grande, como la que señala a un equipo como aspirante obligado al título de liga y al otro prácticamente lo condena al descenso de categoría. Pero así es el deporte, y cosas como las vividas en este partido son las le que añaden ese plus de sorpresa, gloria y fascinación.
Desde el pitido inicial, nada salió como estaba previsto. Los modestos jugadores del David, como tocados por un hálito divino, se les subieron a las barbas a sus endiosados contrincantes, echando por tierra cualquier táctica preconcebida: Se lanzaron a un ataque frenético, que en ningún momento pudo ser neutralizado por el rival, paralizado por el asombro, derrotados de antemano sus jugadores y técnicos, como si el balón fuese una enorme losa que les aplastase piernas y cerebro. Decisivo fue el tempranero gol, conseguido cuando aún algunos espectadores ni siquiera habían llegado a su asiento: Marcó indudablemente el devenir del resto del encuentro.
La goleada ha sido histórica, y será recordada durante mucho tiempo, para gloria de unos y eterna vergüenza de otros. Este humilde cronista aventura hasta con la posibilidad de que en un futuro lejano surjan leyendas que transformen lo que ha sido un mero partido de fútbol en combate épico. Al fin y al cabo, los enfrentamientos en el deporte surgieron precisamente para reemplazar a los que se producían en el campo de batalla y son una extraordinaria metáfora incruenta de las guerras.
Las declaraciones pos-partido no dejan lugar a dudas:
La estrella brasileña del Real Goliat, fichada a golpe de talonario este verano, argumentó que los habían noqueado desde el principio, y en ningún momento su equipo tuvo capacidad de reacción.
Por otro lado, el laureado capitán del equipo, en otro alarde semántico suyo tan característico, sólo pudo decir que “bueno... el fútbol es así”, complementado con un “en un partido somos once contra once y, bueno... todo puede pasar”. Tras lo cual salió de estampida.
Por su parte, en la rueda de prensa del entrenador, los tiros dialécticos fueron por los mismos derroteros. Tras felicitar al rival y reconocer que el resultado era justo, dijo que “vio a sus jugadores superados por los acontecimientos, como si alguien les hubiese lanzado una pedrada en medio de la frente”.
En el bando vencedor, todo eran celebraciones y fiesta. Sin lugar a dudas, las victorias saben mejor cuando todos te señalan previamente como candidato a la derrota. Para el entorno del modesto David F.C., lo sucedido el domingo ha sido como ganar la Champions...
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