Ya está a la vuelta de la esquina,
se colocan las luces en las calles:
la navidad presagia frías ganancias
disfrazadas de buenos sentimientos.
Llegarán los indefectibles balances
y la pesadilla de la velada familiar
enmascarada de fiestas entrañables.
Meditaremos sobre éxitos o fracasos,
cuando en el fondo sólo existimos
como mínimos trozos en la gran tarta
de un inmenso y trágico naufragio.
Somos cuerpos ínfimos y vulnerables,
osamentas que se afanan por vivir
y hasta se creen que lo consiguen.
Heterogéneos y anónimos huesos
que soportan las consecuencias
de las decisiones que se toman
en la espina dorsal de este planeta.
Y el desaliento crece con paso firme,
hasta que estrangula las esperanzas,
las coyunturas y cualquier perspectiva.
Pero seremos de nuevo obedientes,
acataremos el deber de divertirnos,
y, lo más importante: compraremos.
Retenga su desasosiego, compañero:
la vida es bella mientras le haga honores
al portento que es su tarjeta de crédito.
He ahí el auténtico espíritu de las fiestas,
lo demás ha quedado fuera de contexto.
Finalmente, una noche, festejaremos
las doce campanadas que nos auguran
la hipócrita llegada de ese mañana
que en realidad dará vueltas sin cesar
sobre los ejes perversos del pasado.
Con tanta cavilación se me olvidaba
darle una Feliz Navidad por anticipado.
se colocan las luces en las calles:
la navidad presagia frías ganancias
disfrazadas de buenos sentimientos.
Llegarán los indefectibles balances
y la pesadilla de la velada familiar
enmascarada de fiestas entrañables.
Meditaremos sobre éxitos o fracasos,
cuando en el fondo sólo existimos
como mínimos trozos en la gran tarta
de un inmenso y trágico naufragio.
Somos cuerpos ínfimos y vulnerables,
osamentas que se afanan por vivir
y hasta se creen que lo consiguen.
Heterogéneos y anónimos huesos
que soportan las consecuencias
de las decisiones que se toman
en la espina dorsal de este planeta.
Y el desaliento crece con paso firme,
hasta que estrangula las esperanzas,
las coyunturas y cualquier perspectiva.
Pero seremos de nuevo obedientes,
acataremos el deber de divertirnos,
y, lo más importante: compraremos.
Retenga su desasosiego, compañero:
la vida es bella mientras le haga honores
al portento que es su tarjeta de crédito.
He ahí el auténtico espíritu de las fiestas,
lo demás ha quedado fuera de contexto.
Finalmente, una noche, festejaremos
las doce campanadas que nos auguran
la hipócrita llegada de ese mañana
que en realidad dará vueltas sin cesar
sobre los ejes perversos del pasado.
Con tanta cavilación se me olvidaba
darle una Feliz Navidad por anticipado.
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