martes, 3 de julio de 2007

LOS PARQUES


La vida en las ciudades
se ha rendido ante los coches,
el humo y las prisas.
Por eso amo los parques,
trozos de naturaleza
incrustados en un mundo
de asfalto y hormigón,
reductos donde se puede
soñar con los bosques.
En los parques,
el ciudadano respira hondo,
y el sosiego y la arboleda
son un paréntesis, una vacuna
contra el caos de ruidos
que habitualmente le rodea.
En los lugares más recónditos,
los sonidos habituales cambian
para traernos un rumor de fuentes,
el murmullo de la arboleda
y el arrullo de las aves.
En un clima alterado a veces
por las risas de los niños,
los ancianos caminan
con la parsimonia de los años,
alguien lee un libro a la sombra
de su árbol favorito,
los perros pasean a sus dueños,
deportistas corretean
su ración diaria de ejercicio,
y unos adolescentes toman posesión
del banco más escondido
para que el amor invente caricias...
Los parques son el pulmón
que toda ciudad necesita,
en sus rincones
se destapan melancolías
o la alegría dibuja
una serena sonrisa en los ojos.
Son un respiradero para el alma,
espacio reservado para el espíritu,
en urbes tomadas a la fuerza
por vehículos y edificios.

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