Los vientos alisios traen vida a Canarias. Vienen desde lo más profundo del océano y aportan la humedad necesaria, vital para unas islas en las que, paradógicamente, el agua potable es un bien escaso. En nuestros montes se celebra cada día una maravillosa ceremonia, donde las nubes que acerca el alisio se entremezclan con los árboles enraizados en esta tierra, para dejar caer pacientemente, gota a gota, el líquido elemento, el elixir de la vida. También estos vientos han sido el puente de unión de los canarios con América, el continente hacia el que siempre han tenido puesta la mirada y la esperanza. Fueron motor y combustible de naves cargadas de ilusiones, en búsqueda de un mejor futuro y cotas de libertad. Somos hijos del alisio, porque sabemos que sin ellos, Canarias y las gentes que las habitan no serían lo que son...
Reconozco que por mis palabras campan la rabia, la extrañeza, la soledad, las miradas y ausencias... Y muchas veces, el pesimismo. Lo siento, pero no pienso pedir disculpas por la falta de compasión: Si la ocasión lo merece, también se desbordan las mejores emociones.
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