Sé que será posible,
pero que difícil se me antoja
cuando veo unos ojos africanos:
Profundamente negros,
reflejando miradas colmadas
de tragedias, melancolías y temores;
pero también de leyendas, embrujos,
misterios y esperanzas.
Ojos de un pueblo desgarrado,
hermosos reflejos oscuros
de un continente
que a pesar de todos los males
pugna por conservar la sonrisa.
Han llegado. Están aquí.
Se unen a nosotros:
Me gusta mirarlos y que me miren,
saber que son vecinos míos,
ganarme su aprecio,
aprender a estimarlos,
contribuir a que esos ojos admitan
que ha pasado el tiempo
de vivir del llanto.
Ojalá se abra una etapa
donde contagiarnos mutuamente
de ilusiones.
Y a pesar de las incógnitas,
los mensajes agoreros,
los peligros de los que hablan
los nuevos apóstoles
del racismo de siempre,
podamos crear un espacio
en el que dejemos de ser
los que vinieron y los que estábamos,
para pasar a ser, simplemente, todos.
pero que difícil se me antoja
cuando veo unos ojos africanos:
Profundamente negros,
reflejando miradas colmadas
de tragedias, melancolías y temores;
pero también de leyendas, embrujos,
misterios y esperanzas.
Ojos de un pueblo desgarrado,
hermosos reflejos oscuros
de un continente
que a pesar de todos los males
pugna por conservar la sonrisa.
Han llegado. Están aquí.
Se unen a nosotros:
Me gusta mirarlos y que me miren,
saber que son vecinos míos,
ganarme su aprecio,
aprender a estimarlos,
contribuir a que esos ojos admitan
que ha pasado el tiempo
de vivir del llanto.
Ojalá se abra una etapa
donde contagiarnos mutuamente
de ilusiones.
Y a pesar de las incógnitas,
los mensajes agoreros,
los peligros de los que hablan
los nuevos apóstoles
del racismo de siempre,
podamos crear un espacio
en el que dejemos de ser
los que vinieron y los que estábamos,
para pasar a ser, simplemente, todos.
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