Desfallezco deseando acariciarte,
mujer de tierra y miel.
Hay noches que se rompen en pedazos.
Intento ser el beso que se prenda en tus ojos
para que los jardines florezcan.
Alargo mis manos con ternura,
pero vagan solas por las sombras,
como un amor a ciegas.
No encuentro el camino que las lleve
a mil promesas transparentes
que en tu cielo anidan
para desvestir mi piel inmóvil,
desordenar mi corazón
y mitigar el fondo de mis tristezas.
Cuando tengo la suerte de tocarte,
somos dos alientos para la emoción,
liberados, redimidos:
tu espíritu en el viento;
el mío, en los misterios del mar.
Tú, meciendo las ramas de los árboles,
yo, acunando la arena de las playas.
Fallezco intentando acariciarte,
porque te palpo en mis evocaciones
y una luz cae en la noche
atraída por la fuerza irresistible
que guía cada uno de mis pasos,
el impulso que mezcla gozo y tristeza,
la voz que me habla en silencio,
el suspiro de afecto que me cubre
deseando sin cesar, acariciarte.
mujer de tierra y miel.
Hay noches que se rompen en pedazos.
Intento ser el beso que se prenda en tus ojos
para que los jardines florezcan.
Alargo mis manos con ternura,
pero vagan solas por las sombras,
como un amor a ciegas.
No encuentro el camino que las lleve
a mil promesas transparentes
que en tu cielo anidan
para desvestir mi piel inmóvil,
desordenar mi corazón
y mitigar el fondo de mis tristezas.
Cuando tengo la suerte de tocarte,
somos dos alientos para la emoción,
liberados, redimidos:
tu espíritu en el viento;
el mío, en los misterios del mar.
Tú, meciendo las ramas de los árboles,
yo, acunando la arena de las playas.
Fallezco intentando acariciarte,
porque te palpo en mis evocaciones
y una luz cae en la noche
atraída por la fuerza irresistible
que guía cada uno de mis pasos,
el impulso que mezcla gozo y tristeza,
la voz que me habla en silencio,
el suspiro de afecto que me cubre
deseando sin cesar, acariciarte.
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